Capítulo 17

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El último día de las vacaciones, Harry estaba limpiando los excrementos de Hedwig de lo alto del armario cuando Ron entró en su dormitorio con un par de sobres.

—Han llegado las listas de libros —anunció lanzándole una carta a Harry, que estaba subido a una silla—. Ya era hora, pensaba que se habían olvidado; normalmente llegan mucho antes...

Harry metió los últimos excrementos en una bolsa de basura y la lanzó por encima de la cabeza de Ron a la papelera que había en un lado, la cual se la tragó y soltó un fuerte eructo. Entonces abrió el sobre. Contenía dos trozos de pergamino: uno era la nota habitual que le recordaba que el curso empezaba el uno de septiembre, y en el otro estaban detallados los libros que necesitaría para el próximo curso.

—Sólo hay dos nuevos —comentó leyendo la lista—. Libro reglamentario de hechizos, 5° curso, de Miranda Goshawk, y Teoría de defensa mágica, de Wilbert Slinkhard.

¡CRAC!

Fred y George se habían aparecido al lado de Harry. Él ya estaba tan acostumbrado a que lo hicieran que ni siquiera se cayó de la silla.

—Nos gustaría saber quién ha elegido el libro de Slinkhard —comentó Fred.

—Porque eso significa que Dumbledore ha encontrado un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras añadió George.

—Y ya era hora, por cierto —dijo Fred.

— ¿Qué quieres decir? —le preguntó Harry saltando de la silla.

—Verás, hace unas semanas captamos con las orejas extensibles una conversación de papá y mamá — le explicó Fred—, y por lo que decían, a Dumbledore le estaba costando mucho trabajo encontrar a alguien que estuviera dispuesto a dar esa asignatura este año.

—Lo cual no es de extrañar, teniendo en cuenta lo que les ha pasado a los cuatro anteriores —apuntó George.

—Uno despedido, uno muerto, uno sin memoria y uno encerrado nueve meses en un baúl —contó Harry ayudándose con los dedos—. Sí, ya te entiendo.

— ¿Qué te pasa, Ron? —le preguntó Fred a su hermano.

Ron no contestó, y Harry se dio la vuelta y vio que su amigo estaba de pie, muy quieto, con la boca un poco abierta, contemplando la carta que había recibido de Hogwarts.

— ¿Qué pasa? —insistió Fred, y se colocó detrás de Ron para ver el trozo de pergamino por encima de su hombro. Fred también abrió la boca—. ¿Prefecto? —Dijo, mirando la nota con incredulidad.

- ¿Tú, prefecto? Eso lo tengo que ver con mis ojos.- dijo cierta chica entrando a la habitación.

George se abalanzó sobre su hermano menor, le arrancó el sobre que tenía en la otra mano y lo puso boca abajo. Harry vio que una cosa de color escarlata y dorado caía en la palma de la mano de George.

—No puede ser —murmuró éste en voz baja.

—Tiene que haber un error —aseguró Fred arrancándole la carta de la mano a Ron y poniéndola a contraluz, como si buscara una filigrana—. Nadie en su sano juicio nombraría prefecto a Ron. —Los gemelos giraron la cabeza al unísono y se quedaron mirando a Harry—. ¡Estábamos seguros de que te nombrarían a ti! —exclamó Fred con un tono que sugería que Harry los había engañado.

— ¡Creíamos que Dumbledore se vería obligado a nombrarte a ti! —dijo George con indignación.

— ¡Después de ganar el Torneo de los tres magos! —añadió Fred.

—Supongo que todo el jaleo lo ha perjudicado —le comentó George a su gemelo.

—Sí —repuso Fred—. Sí, has causado demasiados problemas, amigo. Bueno, al menos uno de los dos tiene claro cuáles son sus prioridades. —Y se acercó a Harry y le dio una palmada en la espalda mientras le lanzaba una mirada mordaz a Ron—. Prefecto... El pequeño Ronnie, prefecto...

— ¡Oh, no va a haber quien aguante a mamá! —gruñó Venus poniéndole la insignia de prefecto en la mano a Ron, como si pudiera contaminarse con ella.

Ron, que todavía no había dicho nada, cogió la insignia, se quedó mirándola un momento y luego se la mostró a Harry. Parecía que le pedía una confirmación de su autenticidad. Harry la cogió. Había una gran «P» superpuesta en el león de Gryffindor. Había visto una insignia idéntica en el pecho de Percy en su primer día en Hogwarts.

En ese momento la puerta se abrió de par en par y Hermione irrumpió en la habitación con las mejillas coloradas y el pelo por los aires. Llevaba un sobre en la mano.

— ¿Ustedes... también...? —Vio la insignia que Harry tenía en la mano y soltó un chillido—. ¡Lo sabía! —Gritó emocionada blandiendo su carta—. ¡Yo también, Harry, yo también!

Venus pensó que sería un agradable momento para salir huyendo de aquel lugar, en el que realmente no quería estar. Comenzó a caminar por el pasillo hasta llegar a las escaleras que bajo poco a poco, sin prisas. No quería seguir con esa bola niños.

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La Promesa De Una WeasleyWhere stories live. Discover now