Capítulo 15

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A la mañana siguiente, Harry despertó de golpe a las cinco, como si alguien le hubiera gritado en la oreja. Se quedó unos instantes tumbado, inmóvil, mientras la perspectiva de la vista disciplinaria llenaba cada diminuta partícula de su cerebro; luego, incapaz de soportarlo más, saltó de la cama y se puso las gafas. La señora Weasley le había dejado los vaqueros y una camiseta lavados y planchados a los pies de la cama. Harry se vistió. El cuadro vacío de la pared rió por lo bajo.

Ron estaba tirado en la cama, con la boca muy abierta, profundamente dormido. Ni siquiera se movió cuando Harry cruzó la habitación, salió al rellano y cerró la puerta sin hacer ruido. Procurando no pensar en la próxima vez que vería a Ron, cuando quizá ya no fueran compañeros de clase en Hogwarts, Harry bajó la escalera, pasó por delante de los antepasados de Kreacher y se dirigió a la cocina.

Se había imaginado que la encontraría vacía, pero cuando llegó a la puerta oyó un débil murmullo de voces al otro lado. Abrió y vio al señor y a la señora Weasley, Sirius, Venus, Lupin y Tonks sentados a la mesa como si estuvieran esperándolo. Todos estaban vestidos para salir, excepto la señora Weasley, que llevaba una bata acolchada de color morado. La mujer se puso en pie de un brinco en cuanto Harry entró en la cocina.

—Desayuno —dijo, y sacó su varita y corrió hacia el fuego.

—B-buenos días, Harry —lo saludó Tonks con un bostezo. Esa mañana tenía el pelo rubio y rizado— ¿Has dormido bien?

—Sí.

—Yo no he pe-pegado ojo —comentó ella con otro bostezo que la hizo estremecerse—. Ven y siéntate...

Apartó una silla, y al hacerlo derribó la de al lado.

— ¿Qué te apetece comer, Harry? —Le preguntó la señora Weasley—. ¿Gachas de avena? ¿Bollos? ¿Arenques ahumados? ¿Huevos con beicon? ¿Tostadas?

—Tostadas, gracias.

Lupin miró a Harry y luego, dirigiéndose a Tonks, le dijo:

— ¿Qué decías de Scrimgeour?

— ¡Ah, sí! Bueno, que tendremos que ir con cuidado; ha estado haciéndonos preguntas raras a Kingsley y a mí...

Harry agradeció que no le pidieran que participara en la conversación. Tenía el estómago revuelto. La señora Weasley le puso delante un par de tostadas con mermelada; Harry intentó comer, pero era como si masticara un trozo de alfombra. La señora Weasley se sentó a su lado y empezó a arreglarle la camiseta, escondiéndole la etiqueta y alisándole las arrugas de los hombros. Harry habría preferido que no lo hiciera.

—...y tendré que decirle a Dumbledore que mañana no podré hacer el turno de noche, estoy demasiado ca-cansada —terminó Tonks, bostezando otra vez.

—Ya te cubriré yo —se ofreció el señor Weasley—. No me importa, y de todos modos tengo que terminar un informe...

El señor Weasley no llevaba ropa de mago, sino unos pantalones de raya diplomática y una cazadora. Cuando terminó de hablar con Tonks miró a Harry.

— ¿Cómo te sientes? —El muchacho se encogió de hombros—. Pronto habrá terminado todo —le aseguró con optimismo—. Dentro de unas horas estarás absuelto. —Harry no dijo nada—. La vista se celebrará en mi planta, en el despacho de Amelia Bones. Es la jefa del Departamento de Seguridad Mágica, y la encargada de interrogarte.

—Amelia Bones es buena persona, Harry —afirmó Tonks con seriedad—. Es justa y te escuchará.

Harry asintió con la cabeza; seguía sin ocurrírsele nada que decir.

—No pierdas la calma —intervino Sirius—. Sé educado y cíñete a los hechos.

Harry volvió a asentir.

—La ley está de nuestra parte —comentó Lupin con voz queda—. Hasta los magos menores de edad están autorizados a utilizar la magia en situaciones de peligro para su vida.

Harry tuvo la sensación de que algo muy frío goteaba por su espalda; al principio creyó que alguien estaba haciéndole un encantamiento desilusionador, pero entonces se dio cuenta de que era la señora Weasley, que intentaba peinarlo con un peine mojado. Le aplastaba con fuerza el pelo contra la coronilla, pero éste volvía a erizarse enseguida.

— ¿No hay forma de aplastarlo? —preguntó desesperada. Harry negó con la cabeza. El señor Weasley consultó su reloj y miró al chico.

—Creo que deberíamos irnos ya —dijo—. Es un poco pronto, pero estarás mejor en el Ministerio que aquí, sin hacer nada.

—Vale —contestó Harry automáticamente; dejó la tostada en el plato y se puso en pie.

—Todo irá bien, Harry —aseguró Tonks, y le dio unas palmaditas en el brazo.

—Buena suerte —le deseó Lupin—. Estoy convencido de que todo saldrá bien.

—Y si no —añadió Sirius con gravedad—, ya me encargaré yo de Amelia Bones...

Harry esbozó una tímida sonrisa. La señora Weasley lo abrazó.

—Todos cruzaremos los dedos —afirmó.

—Bueno... Hasta luego —dijo Harry.

Subió con el señor Weasley al vestíbulo y oyó cómo la madre de Sirius gruñía en sueños detrás de las cortinas de su retrato. El señor Weasley abrió la puerta de la calle y salieron al frío y gris amanecer.

Venus Weasley, que seguía en la cocina con los mencionados anteriormente, estaba tan absorta en sus pensamientos que no había escuchado nada de lo que le decían a Potter. Se suponía que hoy sería su quien sabe que, por hacer algo de lo que ella no estaba interesada. Muy, pero muy en el fondo ella deseaba que lo sacaran de Hogwarts. Si, era cruel, pero no le desearía el bien a alguien que, ella creía, no se lo merecía.

Para cuando su padre y Potter se habían ido, todo quedo en completo silencio, Tonks estaba a punto de caer dormida en su comida, Lupin y Sirius hablaban en voz baja, Molly buscaba con que distraerse. Y la rubia tan solo los observaba, y cuando se aburrió no le quedo de otra más que irse.

Si a Venus no le gustaba estar en esa casa normalmente, aquel día, en el que todos estaban preocupados, nadie se divertía, nadie jugaba, nadie hacia lo que acostumbraban. Y eso la ponía mal. Comúnmente las personas que le levantaban el ánimo, Fred y George, ese día estaban tan antipáticos como los demás.

La única solución que encontró Venus para no querer irse de ese lugar en ese momento, fue ir a la habitación en donde dormía, aún tenía que investigar de donde venía aquel colgante que se habia encontrado.

Mientras más tiempo pasaba sola en su habitación, más se ponía a pensar, en todo lo que habia pasado en tan solo un año. Como su madre se preocupaba por otras personas, siempre habia sido así con ella, siempre poniendo a otras personas antes que a ella. Molly no era como todos la pintaban, o tal vez lo era con sus demás hermanos pero con ella no lo era.

Poco a poco el alma de Venus se iba infectando de la maldad que, Severus y Albus, tanto habían tratado de evitar, sin embargo no contaban con que la familia que la iba a "cuidar" seria la causante de aquella maldad.

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-Annette... tengo que decirte algo.

-¿Qué sucede Narcisa?

-Tal vez no te guste, pero el señor tenebroso quiere verte.

-¿Qué quiere?

-Saber el paradero de su hija.

-Bueno, pues se puede olvidar de hablar conmigo yo no he visto a la niña desde que él se la arrebató a Danna.

-De todas maneras deberías verlo, él no se va a conformar hasta que esa niña este de vuelta con él.

-Bien, iré. Pero que quede claro que lo hago por Danna no por él.

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora