Capítulo 28

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Cuando todos los alumnos terminaron de comer y el nivel de ruido del Gran Comedor empezó a subir de nuevo, Dumbledore se puso una vez más en pie. Las conversaciones se interrumpieron al instante y todos giraron la cabeza para mirar al director. En ese momento Venus estaba maravillosamente amodorrada. Esperaba que su cama estuviera igual de cómoda como la que tenía en Beauxbatons.

—Bueno, ahora que estamos digiriendo otro magnífico banquete, les pido un instante de atención para los habituales avisos de principio de curso —anunció Dumbledore—. Los de primer año deben saber que los alumnos tienen prohibido entrar en los bosques de los terrenos del castillo, y algunos de nuestros antiguos alumnos también deberían recordarlo. El señor Filch, el conserje, me ha pedido, y según dice ya van cuatrocientas sesenta y dos veces, que les recuerde a todos que no está permitido hacer magia en los pasillos entre clase y clase, así como unas cuantas cosas más que pueden revisar en la larga lista que hay colgada en la puerta de su despacho.

»Este año hay dos cambios en el profesorado. Estamos muy contentos de dar la bienvenida a la profesora Grubbly-Plank, que se encargará de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas; también nos complace enormemente presentaros a la profesora Umbridge, la nueva responsable de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Hubo un educado pero no muy entusiasta aplauso, durante el cual Venus observo con atención a aquella señora, que no conocía y no le agradaba.

Después el director siguió diciendo:

—Las pruebas para los equipos de quidditch de cada casa tendrán lugar en...

Se interrumpió e interrogó con la mirada a la profesora Umbridge. Como no era mucho más alta de pie que sentada, se produjo un momento de confusión ya que nadie entendía por qué Dumbledore había dejado de hablar; pero entonces la profesora Umbridge se aclaró la garganta, «Ejem, ejem», y los alumnos se dieron cuenta de que se había levantado y de que pretendía pronunciar un discurso.

Dumbledore sólo vaciló unos segundos; luego se sentó con elegancia y miró con interés a la profesora Umbridge, como si lo que más deseara fuera oírla hablar. Otros miembros del profesorado no fueron tan hábiles disimulando su sorpresa. Las cejas de la profesora Sprout habían subido hasta la raíz de su airosa melena, y la profesora McGonagall tenía la boca más delgada que nunca. Era la primera vez que un profesor nuevo interrumpía a Dumbledore. Muchos alumnos sonrieron; era evidente que aquella mujer no tenía ni idea de cómo funcionaban las cosas en Hogwarts.

—Gracias, señor director —empezó la profesora Umbridge con una sonrisa tonta—, por esas amables palabras de bienvenida.

Tenía una voz muy chillona y entrecortada, de niña pequeña, y Venus sintió hacia ella una aversión que no podía explicarse; lo único que sabía era que todo en ella le resultaba repugnante, desde su estúpida voz hasta su esponjosa chaqueta de punto de color rosa. La profesora Umbridge volvió a carraspear («Ejem, ejem») y continuó su discurso.

—¡Bueno, en primer lugar quiero decir que me alegro de haber vuelto a Hogwarts! —Sonrió, enseñando unos dientes muy puntiagudos—. ¡Y de ver tantas caritas felices que me miran!

Venus echó un vistazo a su alrededor. Ninguna de las caras que vio tenía el aspecto de sentirse feliz. Más bien al contrario, todas parecían muy sorprendidas de que se dirigieran a ellas como si tuvieran cinco años.

—¡Estoy impaciente por conoceros a todos y estoy segura de que seremos muy buenos amigos!

Al oír aquello, los alumnos se miraron unos a otros; algunos ya no podían contener una sonrisa burlona. Mientras que Venus y Draco como si lo hubieran planeado hicieron una mueca de asco digna de ambos chicos.

La profesora Umbridge se aclaró la garganta una vez más («Ejem, ejem»), pero cuando habló de nuevo su voz ya no sonaba tan entrecortada como antes. Sonaba mucho más seria, y ahora sus palabras tenían un tono monótono, como si se las hubiera aprendido de memoria.

—El Ministerio de Magia siempre ha considerado de vital importancia la educación de los jóvenes magos y de las jóvenes brujas. Los excepcionales dones con los que nacisteis podrían quedar reducidos a nada si no se cultivaran y desarrollaran mediante una cuidadosa instrucción. Las ancestrales habilidades de la comunidad mágica deben ser transmitidas de generación en generación para que no se pierdan para siempre. El tesoro escondido del saber mágico acumulado por nuestros antepasados debe ser conservado, reabastecido y pulido por aquellos que han sido llamados a la noble profesión de la docencia.

Cabía mencionar que mientras la vieja estaba hablando, Venus la imitaba haciendo que los chicos a su alrededor rompieran a carcajadas.

—Cada nuevo director o directora de Hogwarts ha aportado algo a la gran tarea de gobernar este histórico colegio, y así es como debe ser, pues si no hubiera progreso se llegaría al estancamiento y a la desintegración. Sin embargo, hay que poner freno al progreso por el progreso, pues muchas veces nuestras probadas tradiciones no aceptan retoques. Un equilibrio, por lo tanto, entre lo viejo y lo nuevo, entre la permanencia y el cambio, entre la tradición y la innovación...

Venus notó que su concentración disminuía, como si su cerebro se conectara y se desconectara. El silencio que siempre se apoderaba del Gran Comedor cuando hablaba Dumbledore estaba rompiéndose, pues los alumnos se acercaban unos a otros y juntaban las cabezas para cuchichear y reírse. Tal como lo hacían Venus y sus amigos

La profesora Umbridge no pareció reparar en la inquietud de su público. La rubia tenía la impresión de que si se hubiera desatado una revuelta delante de sus narices, ella habría continuado, impasible, con su discurso. Los profesores, a pesar de todo, seguían escuchando con atención, y Astrid parecía pendiente de cada una de las palabras que pronunciaba, aunque, a juzgar por su expresión, no eran de su agrado.

—... porque algunos cambios serán para mejor, y otros, con el tiempo, se demostrará que fueron errores de juicio. Entre tanto se conservarán algunas viejas costumbres, y estará bien que así se haga, mientras que otras, desfasadas y anticuadas, deberán ser abandonadas. Sigamos adelante, así pues, hacia una nueva era de apertura, eficacia y responsabilidad, decididos a conservar lo que haya que conservar, perfeccionar lo que haya que perfeccionar y recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas.

Y tras pronunciar esa última frase la mujer se sentó. Dumbledore aplaudió y los profesores lo imitaron, aunque Venus se fijó en que varios de ellos sólo juntaban las manos una o dos veces y luego paraban.

La Promesa De Una WeasleyWhere stories live. Discover now