Capítulo XVIII (Parte 1)

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Seis meses tuvieron que pasar para que tuviéramos la primera gran pelea. Jefferson y yo teníamos nuestras pequeñas discusiones, ya sea porque me insistiera que me mudara con él o porque yo le pedía ayuda y siempre terminaba mal agradeciéndole, pero al final me disculpaba, y sin embargo nada se comparaba con la que pasó aquel día.

Era un sábado en la noche. Estábamos en mi casa después de haber pasado la tarde comiendo helados y recordábamos lo que hicimos el 14 de febrero, donde finalmente pude disfrutar de las atracciones del muelle; nos acostamos en el sofá de la sala, apenas podíamos entrar los dos pero que de alguna forma resultaba cómodo, hablando de los tiempos de Ben en la universidad. Hubo un momento en el que observé por qué había llegado a pensar en que lo amaba: Era la forma en que hablaba, la forma en que se expresaba, la forma en que actuaba, su motivación, que nunca se rindió con sus sueños; por eso quería a Jefferson, por eso lo interrumpí para besarlo y murmurarle:

-Te amo. –Junté su frente con la mía y lo miré a los ojos. Pensé que sonreiría y que diría que también me amaba pero sus ojos me miraron de forma confusa, sé que lo había tomado por sorpresa pero ¿eso no era lo que él también debía sentir?- ¿Ben?-El uso de los apodos se había invertido: Ahora su primer nombre era para situaciones serias y el segundo ya era común.

Volvió a la normalidad y su respuesta me enfureció:

-También te quiero, Elizabeth.-Me levanté del sofá.

-Me siento traicionada, Ben. ¿Cómo puedes responderme de esa manera después de todo lo que pasamos?-Él también se levantó y me crucé de brazos.

-Puedo explicarlo, pequeña. Me tomaste desprevenido, eres realmente una caja de sorpresa.-Intenté no llorar.

-¿Y si hubiera sido al revés? También te enfadarías. –Levanté la mano porque conocía su respuesta.- Sí, tal vez pude haber dicho un te quiero porque tendría mis emociones aún mixtas pero acepté estar contigo Benjamín, acepté a no tener miedo de que vuelvas a desaparecer, acepté que por fin estaríamos juntos sin ningún inconveniente ¿y así respondes?

-Elizabeth, conozco tus emociones, las estudié por un largo tiempo, ¿recuerdas? Admito que me hubiera molestado un poco escucharte un te quiero después de la gran declaración de amor pero sé que aún estás herida y-

-¡Ni siquiera puedes pronunciar la palabra! –Aparté la mirada, me sentía realmente herida y no quería que me viera llorar.- Vete.

-Elizabeth... por favor... déjame explicarte...

-¡VETE!-Grité y no pude verlo, estaba muy decepcionada. Lo sentí agarrarme del brazo y lo aparté inmediatamente.

Sin más nada que decir, se marchó y pude dejar ir las lágrimas. Me encerré en el cuarto.

Habíamos comenzado bien la relación y en el segundo que dije que lo amaba, comencé a cuestionarme si realmente estábamos enamorados. El "te amo" significó un "te quiero" y, ahora que recuerdo, el "enamorada de ti" también debió sonarle como un "me gustas"; recuerdo aun cuando declaró por primera vez sus emociones hacia mí, jamás lo he oído decirme que también está enamorado de mí. Tal vez yo tenga razón cuando me juego con él y le digo que soy una tonta, una niña loca y torpe, tal vez él sabe que yo tengo razón pero ahí estábamos de todas formas discutiendo que no lo era. Soy muy emocional y Ben lo sabe, sabe lo que siento por él y me ha demostrado, lo que yo creía que era bastante, que él me amaba enormemente con cada hecho y proeza que ha hecho por mí.

¿Pero quién diría que me encontraría, durante mi acostumbrado trayecto en bicicleta que hago los fines de semanas en la mañana, en su casa? A pesar de estar enfadada con él, aún seguía ahí. Todo volvía a mí y me dolía, ¿en dónde habían quedado aquellas promesas? Eran solo palabras.

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanWhere stories live. Discover now