Capítulo II

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-Buen trabajo doctor Stan, jamás había escuchado a la señorita Collins decir todas esas cosas antes.-Oh vaya, lo que me faltaba.

-Hola John, ¿Qué quieres?-Él era la persona más irritante y molesta que jamás haya conocido.

-Nada, solo me sorprende que hayas podido sacarle tanta información. A Patrick le gustará mucho esto.-Claro que le gustara al súper jefe, pensé.

-Solo hago mi trabajo. –Me encogí de hombros.- Por cierto, no más cámara de ahora en adelante: Creo que ambos nos dimos cuenta que dejó de hablar al verlas.

-No lo creo, ella siempre se ha dado cuenta así que lleguemos a la conclusión de que quiso hablar por primera vez.

-Tienen mi palabra, ¿No les basta con eso?

-Es preferible ver: Hay cosas que ni tú ni una libreta de notas podrían decir.-Callé unos momentos y nos detuvimos en medio del pasillo.

-Confíen en mí, dudo que ahora hablará menos de lo que hizo hoy.

-Buenas noches Jefferson.-Dijo dejándome con la palabra en la boca y marchándose: Sí, no me iba hacer caso. Suspiré y me largué.

Al montarme en el carro, volví a leer lo que Elizabeth me había dicho: Parecía una niña alegre... no, una niña no era: Ella podría lucir inocente con esa cara de bebé que tiene pero su mente es de una adulta, es madura y astuta al intentar cambiar el tema de conversación tan rápido, o al menos eso creo. Encendí el carro y me fui a casa.

-Hey, ¿Qué tal tu día?-dijo Amelie, mi prometida.

-Largo día. –Dejé el maletín en la sala y la besé. Nos sentamos.- Me asignaron una chica, su nombre es Elizabeth Collins. No sé, es muy diferente con las otras que he tratado antes y eso que aún no la he conocido bien pero su mirada... ha pasado por mucho.

-¿Y no tienes algo planeado? Siempre tienes algo en mente y gracias a ti, todas han salido de allí y han tenido una mejor vida.-Sonreí.

-No, aún no. De aquí a mañana espero que se me haya ocurrido algo.

-Lo harás. –Sonrió y me besó.- Voy a preparar la cena.-Asentí y subí a darme una ducha.

Mi mente volvió a pensar en el momento en que me tropecé con ella. Yo venía de hablar con la doctora Alice y cuando me dirigía a buscar un café, tomé un desvío por la salida de emergencia y allí apareció: Una melena rojo cereza me tumbó y antes de que pudiera irse, me conseguí con dos ojos café grisáceo y me sorprendí de que algo así existiera: Raramente encantador.

Les he mentido por cierto: Yo fui el que quiso tratar con ella cuando usualmente es a mí que me asignan a los pacientes. Lo único que me enteré fue que su apellido era Collins por los gritos de los enfermeros. Fui hablar con Patrick y me enteré de que ella había iniciado un incendio en su habitación con su doctor, el cual le hizo entrega del objeto para iniciarlo.

-Me gustaría cuidar de ella.-le dije.

-Intentó fugarse de nuevo y no creo que puedas con ella: Es demasiado cerrada y es muy difícil hacer que hable. Todo un desafío.

-No te preocupes, estará en buenas manos.

-Esto será algo diferente con los otros que has tenido.

-Dijiste que era un desafío así que ¿Por qué no? –Sonreí.- ¿En qué habitación está?

-En la 754.

-¡Gracias Patrick!

Me fui a buscar mis cosas y me dirigí hacia allá. Cuando llegué, estaba dormida y por lo que supe la habían sedado. Agarré una silla y la coloqué al frente mientras me acercaba a ella y la detallaba: Sí, era linda... muy linda como para que esté aquí amarrada con correas en una silla, había pensado. Me encontré a mí mismo acariciándole la cara y lo sé porque la sentí estremecerse. Me senté rápido en la silla y finalmente abrió sus ojos.

-Cariño, la cena está lista.-la voz de Amelie me trajo a la realidad y supe lo que haría con Elizabeth mañana. Mientras me vestía, volví a recordar la forma en que la señorita Collins se había estremecido con mi toque. Deseché el pensamiento que se me había formado con aquel recuerdo: Afición.







Nota del autor: Espero que les guste

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanDove le storie prendono vita. Scoprilo ora