Capítulo XV (Parte 4)

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-Elizabeth... n-no te escuché. Pensé que estabas dormida. –Miré alrededor y vi varias botellas, volví a mirarlo y vi que había estado llorando, dejó de mirarme.- Lo siento, no quería que me encontraras así.-Me senté a su lado.

-Jefferson, mírame. –Ahora era yo la que lo tomaba de la barbilla y lo obligaba a mirarme.- Está bien.

-No Elizabeth, no está bien. –Dejó de mirarme.- No debería estar así, tú no deberías verme así. Ella fue la que me dejó, ella fue la que me engañó primero y no debería sentirme de esta forma.

-Jefferson, sé que estás pasando por un momento difícil pero escúchame: Está bien que te sientas así, ella fue alguien importante para ti en algún momento y sé que te duele. Conozco lo que estás sintiendo, he pasado por eso ciento de veces y no es muy bonito pero hay que dejarlo ir. –Volvió a mirarme.- Esta soy yo diciendo que estarás bien.-Me abrazó, le correspondí igual y me dijo:

-No te merezco, soy un egoísta.-Me separé de él.

-No, no lo eres.

-Te estoy obligando a que estés aquí, tú deberías estar en tu casa durmiendo tranquila y no aquí.

-Estoy aquí porque quiero, porque no quiero verte así. A ver, ¿dónde está ese chico que siempre me daba palabras de aliento? Quiero verte sonreír como siempre lo haces. –Coloqué una mano en su mejilla y la acaricié.- Cuando lloraba, tú siempre me calmabas, siempre buscaste la forma en que siguiera en pie y hallara mi propio camino. Es difícil y me duele verte así, así que estaré a tu lado, te limpiaré tus lágrimas y me quedaré en tus brazos. Ahora es mi turno: No te dejaré... al menos que eso sea lo que realmente quieras. –Él negó con la cabeza.- Entonces háblame, dime cómo te sientes.

-Abrázame, hazlo fuertemente, hazme sentir como si nunca te hubiera dejado. O quizás me puedas besar, deja que este tonto se arriesgue a jugar este juego. Quiero estar contigo, quiero sentirte, quiero estar a tu lado y por más que lo demuestre, pienso en ella, en lo que me hizo y sabemos que está mal.-Lo mismo hiciste cuando me confesaste que la engañabas conmigo, pensé inconscientemente.

-Lo sé pero lo entiendo, sé que es difícil pero no te dejaré.-No como tú lo hiciste conmigo, dijo Dizzy pensando por mí. ¡Maldita sea! ¿Por qué no me dejas tener un agradable momento con este hombre? Porque es la verdad querida, él te lastimó y tú eres una tonta al consolarlo. Pues no me importa, siempre he sido así y no cambiaré eso por nada.

Volvió a abrazarme, estuvimos así un rato: Él desahogándose y yo acariciándole el cabello lentamente mientras le decía que estaría bien y que no me alejaría. Sabía que estaba herido y en ese momento yo era sus oídos, su amiga; él no estaría solo, me tenía. Se separó limpiándose los ojos.

-¿Quieres preguntarme algo?-me dijo.

-¿Por qué lo dices?

-Tu mirada me dice eso.-Suspiré.

-Son muchas las cosas que quiero preguntarte pero no quiero agobiarte.

-Tenemos una larga noche por delante Elizabeth, hay tiempo suficiente para contestar tus dudas.-Me acomodó unos mechones, colocándolos detrás de la oreja.

-¿Cómo me conseguiste? ¿Cómo supiste en donde vivía?

-Cuando estábamos viendo los salones para la recepción, yo había salido un momento con un viejo amigo mientras Amelie veía algo con su hermana y entonces te vi: Estabas al otro lado de la calle, con tu distinguido cabello rosa, hablando con tu hermano. Iba a llamarte pero en ese momento ella me llamó y le pedí a mi amigo que te siguiera hasta tu casa y luego me pasara la dirección.

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanWhere stories live. Discover now