Capítulo V (Parte 1)

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-Así que... Elizabeth, ¿Me prometes que escribirás todo lo que sientas en ese cuaderno?-Le pregunté después de estar en un rato en silencio.

-Pero, si es así... ¿Para qué vienes a verme? Digo, si me estás dando esto...

-¿Alguna vez has llegado a pensar que alguien quiere quedarse contigo porque quiere y no por obligación?-Pensé en voz alta. Ocultó su rostro con su pelo y sabía que se había sonrojado, o al menos eso creía.

-Yo... no, no lo había pensado antes. –Y allí lo vi: En la gran muralla de piedra había una pequeña grieta, lo estaba consiguiendo poco a poco. Sacudió su cabeza y me miró.- ¿Lo leerás?

-No, al menos que me digas que lo haga.-Sonreí y ella volvió a cubrirse con el pelo.

Día 827.

Finalmente era jueves. Los días anteriores fueron iguales con respecto a la pelirroja: No decía nada y cuando lo decía eran cuatro palabras o una tontería sacada de su gran imaginación para inventar excusas.

La mañana de mi cumpleaños fue tranquila, vería a Elizabeth por la tarde, ya que al parecer iban hacer algo en su habitación, y Amelie me acompañó a comprar unas cosas para la cena de la noche y una pequeña sorpresa para la señorita Collins.

-Creo que le gustará.

-Le gustó el diario, así que le gustara esto. –Nos montamos en el carro y coloqué la bolsa atrás.- Por cierto, no te he agradecido por esa idea.

-Pues, me dijiste que ella no se expresaba lo suficiente así que era lo mejor. Créeme que hay cosas que las mujeres no prefieren decir y si lo dicen, las escriben en forma de historia ficticia, canciones, obras pero claro con metáforas y varias capas de imaginación.-Sonreí.

-Te amo.

-Yo más.-La besé y nos fuimos a casa.

A eso de las una y media, fui al centro psiquiátrico y me encontré a John. No hablamos pero no lo había visto desde que desactivé las cámaras, aquel día sí que fue raro pues él no me dijo nada cuando volví al hospital en la tarde... Más bien, me dijo que el jefe me buscaba y cuando fui con él, se alegró. Algo raro estaba pasando pero lo averiguaría luego.

-Feliz cumpleaños, señorita Collins.-Le dije al entrar. Ella estaba escribiendo y sonreí orgulloso.

-Hola doctor Stan.-Cerró rápido el cuaderno y lo colocó debajo de la almohada.

-¿Cómo has estado?-Dejé las cosas en la mesa y me senté en su cama.

-Por ahora, bien. –Se alejó un poco de mí. Noté en su cara que buscaba alguna señal de que le había traído algo. Sonreí.- ¿Qué? Y deje de sonreír tanto, en serio, me asusta.-Me reí.

-Eres toda una sorpresa. Pues, tengo dos regalos.-Me paré y saqué del maletín su libro favorito. Lo agarró.

-Vaya, por lo menos puedo entretenerme con algo que no sea mis pensamientos. Gracias. –Nos quedamos en silencio unos momentos, esperaba escucharla decir lo realmente importante.- ¿Y el otro era...? –Reí un poco y saqué una bolsa. Se la di.- ¿Ropa?-Preguntó al abrirla.

-Cámbiate. Saldrás de aquí. –Vi un brillo especial en sus ojos y me odié por arruinárselo.- Solo por hoy. Es tu cumpleaños Elizabeth, apuesto a que nunca te han dejado salir de aquí desde que estás aquí.-Y la tristeza volvió abarcar a esos ojos café grisáceos. Suspiró, y con bolsa en mano, se fue al baño a cambiarse.

  ~~  

Saldrás de aquí, solo por hoy. Es tu cumpleaños Elizabeth, apuesto a que nunca te han dejado salir desde que estás aquí, las palabras del doctor se repetían una y otra vez en mi mente. Él tenía razón: Aparte de estar en el pequeño patio del hospital, no había ido a otro lugar que no fuera allí. Abrí la bolsa y había unos jeans y una camisa color borgoña de mangas cortas con un abrigo negro más unas botas y medias rosadas. No me había dado cuenta que estaba llorando.

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanWhere stories live. Discover now