Capítulo 36 - Jyaden el insistente

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El dolor de cabeza se hace cada vez más insoportable, me lanzo sobre la cama de Jyaden y este me mantiene abrazado.

—Solo espera que la pastilla haga efecto y se te pasará el dolor —Susurra él, yo asiento y me dejo abrazar por Jya.

Me quedo dormido a su lado sin saber qué hora es, la escena del cementerio se me repite una y otra vez en mis sueños al igual que aquella oportunidad cuando ella estuvo en mi casa.

¿Acaso en serio esa mujer es mi Madre?

Esa pregunta me hace abrir los ojos, despierto y veo que el sol ya es visible a la altura de la ventana, confundido por el sueño acumulado noto en mi teléfono que son las once de la mañana.

—Oh por Dios —digo sorprendido. Me levanto y veo a Jyaden entrar al cuarto. Tiene el cabello mojado y ropa limpia sobre él. Jya me sonríe con dulzura y se me acerca.

—¿Has dormido bien?

—Mi alarma no ha sonado —digo enfadado —Me he perdido ya dos clases en el Colegio.

—En realidad si sonó pero la apagué.

—¡¿Qué?!

—Pues creí que sería buena idea que durmieras.

—Jyaden —digo agotado, tomando asiento en la cama y sacudiéndome el cabello —No puedo estar faltando al Colegio.

—Ay apenas es una vez —dice él levantando los hombros con despreocupación y tomando asiento a mi lado —Podemos pasar el día de hoy juntos tú y yo —Presiono mis labios algo incómodo y le digo a Jyaden que prefiero irme a casa. Él se queda en silencio pero termina asintiendo algo inquieto.

Por suerte sus Padres no me descubren saliendo de su casa, Jyaden me lleva en su auto y se despide de mí con un beso en la mejilla. Le agradezco el haberme acompañado pero el hecho de tener a mi supuesta Madre en mi mente me sacude demasiado la mente como para poder conectarme con algo ahora mismo.

Me despido de Jyaden y me bajo del auto, entro a mi casa sintiéndome bastante agotado y extrañamente encuentro a mi Padre en casa, él solo me mira y se queda en silencio.

—Hey —le digo de forma distante, pero no me responde. Camino a mi cuarto y tomo asiento en el suelo. Siempre me dejo caer allí cuando necesito pensar, siento que lo hago con más claridad aún cuando es una bobería.

Aquella escena en la que esa mujer vino a casa buscando a mi Padre se me sigue repitiendo una y otra vez. Miro la foto que he admirado por toda mi vida y no logro encontrarle parecido a ambas mujeres.

—No puedes ser tú —digo en silencio —Estás muerta.

—¡Hunter! —grita mi Padre desde el comedor.

—¿Qué sucede? —respondo desanimado.

—No hay nada en la nevera para comer.

—Pues ve y compra algo.

—Hunter sal del cuarto ahora mismo —Levanto la mirada para ver la puerta, trago saliva y me pongo de pie. Obedezco su orden y su rostro aparece frente a mis ojos.

—Dime.

—¿Por qué estás faltándome el respeto de esa forma? Soy tu Padre, no puedes hablarme así.

—Lo siento —digo, estoy muy agotado mentalmente como para pelear con él —Y hay macarrones con queso en la nevera, si quieres los preparo.

—Pues ya te estás tardando —dice él con sarcasmo, tomando asiento en el sofá del comedor y encendiendo el televisor para esperar a que yo cocine.

Debo SalvarteWhere stories live. Discover now