Capítulo 35 - Abandonada

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Camino por la acera de la calle mientras que lo único que escucho es la música de mis audífonos; muerdo mi labio inferior en el momento que mi cuerpo suelta un escalofrío provocado por el heladísimo viento que pasa por mi rostro.

Miro al cielo un momento, mi cuerpo da una vuelta completa por la pérdida de equilibrio y luego sigo caminando, apago la música de mi teléfono y allí puedo ver que son un poco más de las seis de la tarde.

Detenidamente me quedo viendo la entrada del cementerio, presiono mis labios con algo de melancolía y entro al lugar tratando de recordar en que parte está mi Madre. Hace prácticamente cinco años que no vengo al cementerio y creo que la memoria me está fallando ya que no logro encontrarla en ningún lugar.

Doy vueltas una y otra vez, comienzo a insultarme a mi mismo por no haber venido en años anteriores, si hubiera estado acá no habría olvidado su ubicación como ahora.

Recorro el cementerio completo casi tres veces, busco su nombre en cada lapida pero nada aparece. Lo he olvidado.

Primer aniversario de su muerte que vengo al cementerio después de cinco años, y no logré encontrarla.

Bajo la mirada agotado y empiezo a acercarme a la salida, las hojas secas suenan al romperse cuando sienten mi peso sobre ellas; nuevamente muerdo mi labio inferior y empiezo a sentir un nudo en la garganta.

En silencio camino de regreso a mi casa, guardo mis manos en los bolsillos de mi sudadera color café y lanzo el gorro de esta en mi cabeza, se me congelan las palmas en el momento que busco las llaves de la puerta de mi casa. Al entrar no encuentro a Papá por ningún lugar pero si hay unos platos sucios y vasos en el lavadero, supongo que estuvo aquí, comió y se fue.

Me dejo caer rendido en mi cama y una pequeña lágrima cae por mi mejilla, la borro con la manga de la sudadera y cuando cae otra lágrima decido ponerme de pie y largarme de acá.

Busco en qué lugar lancé mis llaves cuando entré, al momento de encontrarlas me acerco a la puerta y me encuentro a mi Padre entrando. Él se me queda viendo y supongo que nota el brillo por las lagrimas en mis ojos, se me acerca y se ríe.

—¿Sucede algo?

—No —respondo con un susurro.

—¿A dónde vas? ¿Tienes lista la cena?

—No.

—¿Y por qué no? —Rodeo la mirada y paso por su lado, camino de forma apresurada y me alejo de la casa, supongo que mi Padre se me ha quedado viendo enfadado o algo así, por ahora eso no me importa; me preocuparé de eso después.

Al estar lejos de mi hogar empiezo a acercarme al paradero de autobuses, me subo al primero que veo, le entrego las monedas correspondientes al conductor y tomo asiento casi al final. Presiono mis labios ya que no quiero volver a llorar más, pero el maldito clima de este lugar: nubes enormes que amenazan con lluvia y un viento que hace que las hojas se desprendan de los árboles; eso solo me hace sentirme más triste.

El autobús se detiene y me bajo, camino por largas calles llenas de casas gigantes y arboles perfectamente cuidados, un par de niños pequeños pasan por mi lado corriendo hacia su casa y casi chocan conmigo.

Veo la casa de Jyaden desde lejos, meto las manos en los bolsillos de mi pantalón y camino de forma lenta. Respiro de forma agotada en el momento que paso por el antejardín.

Me quedo de pie frente a la puerta y trato de pensar que cosa decir. Acerco mi puño para golpear pero recuerdo que tengo llaves. Hoy no es un día que yo trabaje acá así que no debería usarlas, ¿Qué hago?... Mejor regreso a casa.

Debo SalvarteWhere stories live. Discover now