38. Miedo

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Día tras día se obligaba a salir, a trabajar a continuar. Y después de esos meses, era mejor.

Había decidido que por la seguridad de Anna y su tranquilidad, la enfermera era necesaria y la chica que llegó estaba siendo de mucha ayuda y al menos compañía.

Llegaba a la misma hora casi siempre y aunque Bobby se había deprimido al no estar con los niños, ahora estaba mejor y disfrutaba de correr por alrededor de la alberca y el jardín. Pero la casa parecía demasiado grande, en silencio, fría. Después de jugar con el cachorro un poco entraba en la estancia y la única fuente de calor era la cocina donde Megan, estaba esperando a que él llegara para retirarse no sin antes haber dejado café o té listos y darle los pormenores del día y del avance (o la falta de) en el estado de Anna.

Entonces subía a verla. El panorama fue cambiando poco a poco. Poco a poco su piel tostada, de volvió pálida, sus ojos se veían enormes, rodeados de aquellas marcas oscuras por la falta de sueño. Su cabello, suelto y largo carecía de aquellos rizos que se rebelaban en sus puntas o cerca de su rostro.

Era extenuante, tratar, intentar y simplemente no lograr nada.

Había bajado de peso alarmantemente, por lo que Megan ahora tenía la tarea de supervisar su hora de comida e incluso después para que no estuviera cayendo en algún hábito que le impidiera subir de peso. Pero no, simplemente era que se negaba a comer lo necesario.

Pasar Diciembre fue una tortura. Y las primeras discusiones. Tom había notado que al menos hablaba desde hacía unas semanas para negar o afirmar, después de que el médico le negara toda medicación para el dolor y para dormir si no salía del mutismo auto-impuesto. Aquello le había dado esperanza, aunque se esfumó al pedirle su opinión acerca de dónde quería pasar las fiestas y la mirada de odio que le regaló ante lo que seguramente consideraba una tremenda estupidez.

-Tu familia te quiere ver, amor. Y mi familia. Habían estado hablando de venir y estar todos juntos...-

Siempre había considerado que era muy atinado en sus palabras. Bueno, hasta entonces. Sintió un escozor en su mejilla. Su cerebro tardó un poco en procesar el hecho de que ella lo había abofeteado.

Su mano se movió más rápido de lo que pudo pensar y le agarró por la muñeca que aún estaba levantada.

-Nunca hagas eso de nuevo.- Su voz era muy baja pero estaba cargada de hastío. De  más de cuatro meses de abandono mental y físico. De anhelar algo de ella y recibir eso.

-Te puedes ir al demonio tú y todos.- Nunca había considerado que ella fuera capaz de herir. Pero el desprecio impreso en cada nota de su voz le hizo parpadear y soltarla. Ella no era la misma. La mujer de la que se había enamorado. A la que le había pedido matrimonio y con quién había soñado una vida juntos. No, ya no.

Pasaron Navidad en casa, cada uno en su habitación, por que claro. Llevaban meses sin dormir en la misma cama y ahora parecía que aquello menos iba a cambiar.

Los siguientes días fueron extraños, se sentía molesto si, pero no alcanzaba a entender a que grado todo aquello era incluso normal. En que punto alguien puede decir que es suficiente. Y menos para ella, quién en su sano juicio tiene el plazo justo en el que una madre supera que su bebé de dos años ya no esté más en su vida.

Y no podía hablarlo con nadie. Sus familias reaccionarían justo como él sabía que ella no quería y aquello podía ser aún peor. Y la única persona que al parecer escuchaba y le prestaba algo de atención, era Megan.

Día a día ella se convirtió en la persona que extrañaba. Que cenaba con él, pues ya no se iba apenas llegar, que le preguntaba acerca de él, de su trabajo, de lo que sentía y que le devolvió ésa conexión con el mundo aunque algo en él le decía que no estaba bien sentirse de ésa manera.

Never let me go. FINALIZADA (Tom Hiddleston Fanfic)Where stories live. Discover now