3. Brutal Hearts.

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Había estado vagando por la oscuridad sin saber cuánto tiempo, hasta que la luz se hizo presente. Una que le atravesaba los párpados y le hizo fruncir el ceño.
Fue entonces consciente de su cuerpo, y dolía. Si, tenía el cuerpo dolorido, los ojos cerrados y la boca seca. "Que mierda." Pensó.


Si aquello era morir, no era una mejora en absoluto, era exactamente igual de puñetera esa situación. Sus ojos se acostumbraron y quiso frotarlos, y sintió entonces sus brazos, pesados y entumecidos. No estaba muerta. Abrió con cautela los ojos y su decepción se afianzó. Lo dicho "Que mierda."


Un hospital. Un maldito hospital. Si, lo supo al reconocer la habitación pues había pasado cinco días en una igual cuando dio a luz a su hija menor. Además de hecho de que el emblema del nosocomio estuviera por todas partes.


Tenía una vía que se insertaba en el dorso de su mano izquierda, y un dolor que le escocia la garganta y el estómago. Buscó a tientas el control de la cama para poder enderezarse. Cuando se halló semi recostada notó cierta incomodidad entre sus piernas y levantó la sábana para encontrar un catéter que ayudaba a liberar sus desechos. Asqueroso.

Bajó la sábana con ímpetu y se arrepintió de inmediato pues la aguja de la vía en su mano dolió. Cerró los ojos de nuevo y trato de recordar que carajo había pasado. Lo último que su memoria arañaba era el agua roja en la tina y una sensación de calorcillo. Sólo eso.


Sus niños. ¿Dónde estarían? ¿Ellos la habrían visto así? ¿Sería que Daniel ya los había llevado lejos de ella para protegerlos de su locura? La cabeza de nuevo dolía. Y justo entonces la puerta se abrió.


Un Daniel, con barba de tres días entraba con un café grande en una mano y su celular en la otra. Al levantar la vista se dio cuenta de la mirada de Anna.

-Despertaste.- Era una exhalación de alivio. Había estado sinceramente preocupado.


-Si. Eso creo.- Respondió con voz pastosa. Al hablar la sed y re sequedad se hacían aún más notorias. Se sentía tonta y avergonzada, evitaba mirarle a los ojos pero saber de sus pequeños era lo que más le alteraba. -¿Los niños? ¿Están bien?-


Daniel suspiró y ella levantó la mirada. -Extrañándote y Leonardo está preocupado por ti... No, ellos no te vieron así. Leo y tu familia creen lo mismo, que tuviste una cirugía. María la ha pasado mal, no quería tomar biberón y le ha costado pero la enfermera consiguió que comiera y al parecer ya lo está aceptando.- En ambos la culpabilidad estaba a flor de piel.

-¿Dónde están? Yo... Me quiero ir, quiero alimentarla de nuevo, quiero...- La culpa la carcomía por dentro.

-Están abajo, en la cafetería con tu hermano. Él es el único que sabe la verdad... Y me odia por supuesto. Pero no puedes alimentar a la niña, y no l podrás hacer mientras estés tomando antidepresivos...-


-Pero, no los necesito, estoy bien. No va a volver a pasar, fue una estupidez...- El miedo le atenazaba el corazón. Daniel la miraba con una mezcla de tristeza y preocupación. -No los alejes de mi, Daniel, por favor, los amo, te juro que nunca les haría daño...- Olvidando el dolor trató de alcanzarlo para sujetarlo de dónde pudiese. La desesperación la iba a matar, aún recordaba sus palabras al teléfono y no podía ni imaginar el estar viva pero sin sus niños.


-Hey, calma. No me los voy a llevar, tranquilízate. Lo siento, se que todo esto es mi culpa y de verdad no sabes cuánto quisiera no haber hecho o dicho nada de lo que hice. No me los voy a llevar y sé que no es tu culpa, pero si necesitas ayuda...-


-¡No! No quiero ayuda, te prometo que no necesito ayuda solo déjame estar con mis hijos y te juro que estaré bien.-


-Ésa es la condición, no quiero hacerte sufrir más pero necesitas tomar los antidepresivos y ver al psiquiatra cuando él lo diga. Yo no voy a molestarte más ni a causarte estrés. Los llamaré diario y veré a los niños el fin de semana.-


Derrotados se observaron el uno al otro. En algún momento habían dejado de ser unos muchachitos enamorados para convertirse en un par de viejos... O al menos sus corazones así se sentían.


Anna asintió primero aceptando las condiciones. Al final, podía decirse que si algo había muerto en aquella tina de baño era aquel amor que sentía por él. Simplemente ya no dolía. Sólo importaban sus niños y le parecía una reverenda idiotez el haber pensado en dejarlos sin madre.

Como si hubiera estado esperando que terminaran de hablar, justo después se abrió la puerta de la habitación. El doctor de la familia, quien los conocía bien entró seguido de una enfermera y otro doctor. Antonio De La Torre era su nombre y saludó a Anna.
-Hola linda, ella es Sofía y él es mi colega el Dr. Rafael Alcántara y Díaz. Nos diste un buen susto. Tuvimos que hacerte transfusiones y un lavado de estómago para sacarte los barbitúricos que injeriste.- De la Torre negaba con la cabeza mientras que el otro, Díaz, garabateaba en una libreta. -¿Cómo te sientes?- le observaron entonces con los brazos cruzados detrás de la espalda mientras la enfermera Sofía le revisaba completa.


-Mejor. Gracias.- Respondió. -Tengo sed.-


-Si, me parece bien. Te van a traer el desayuno y quiero saber que comes bien. Vas a tomar unas pastillas que te van a ayudar y una dieta rica en grasas buenas y omegas. Daniel ya me explicó la situación y quiero saber si cuento contigo o si necesitas que una enfermera te acompañe para que cuide de ti y te apoye con los enanos...- No era un pregunta per se. Sabía que era un servicio que el hospital ofrecía. Cuando María había nacido una enfermera la acompañó por una semana después para asegurarse de que sus cuidados y evolución tanto de ella como de la pequeña eran correctos. Pero esta vez no lo deseaba.


-Lo haré. De verdad. Pero, ¿y qué pasará con María? No puedo alimentarla...- la enfermera Sofía le cubrió con un biombo mientras el doctor aún hablaba. Le quitó la sonda con cuidado y le ayudó a sentarse al borde de la cama.


-No, pero no te alteres, ella ya está comiendo la fórmula que le receté. Le costó un poco pero se acostumbrará. Es muy pequeña y se adapta más rápido que un adulto. No te aflijas. Te voy a dar tambien unas pastillitas para que la leche deje de formarse. Aunque no había dado de comer a la niña en esos días la leche aún se formaba en sus pechos, en ése momento se dio cuenta que estaban muy hinchados y calientes.


Entonces el segundo doctor habló. Ya le habían quitado el biombo de enfrente.


-Anna, necesito que vengas a verme cada semana. Ya le di mi teléfono a Daniel para que lo tengas tú y puedas llamarme si te sientes mal. Por favor. Y confío en ti.- Anna asintió levemente.


-Bueno, pues ve a bañarte, para que puedas estar más cómoda...- Empezó De La Torre.


-Quiero ir a mi casa.- le interrumpió Anna. El doctor la miró y asintió.


-Le han traído ropa?- Preguntó a Daniel que terminaba su café en un costado de la habitación.


-Si, ahí está la maleta.- señaló una maleta púrpura que estaba en el armario de la habitación.


-Bien pues Sofía te ayudará a cambiarte y traerá tu desayuno. Mientras hablo con Daniel y firma los papeles necesarios. Nos veremos entonces Anna. Cuídate y no hagas tonterías.-


Daniel salió detrás del médico y cerró la puerta. La enfermera Sofía le preparó el baño y le ayudó a levar el trípode con el suero para bañarse. Le acercó su maleta al terminar y salió a traer el desayuno. Dejándole la televisión encendida. Y comenzaba un programa, la música de introducción era muy bella y al terminar de vestirse, apenas unos pants y sudadera, se sentó en la cama y observó de que se trataba. Grata sorpresa se llevó. The Night Manager. Ahí se quedó observando, llegó el desayuno y lo comió despacio. Había incluso olvidado aquello. Lo que la hacía disfrutar. Esa mañana había mejorado un poco.

Never let me go. FINALIZADA (Tom Hiddleston Fanfic)Where stories live. Discover now