2. La Marca

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La portada ha sido realizada por: @asturialba

¡Muchas gracias!


Me dejó bastante confusa que papá actuase sin ponerse a dar gritos, tanto que se me quedó la mente en blanco y me fui a la mesa del comedor que formaba parte del salón, de hecho estaba pegado al sofá en el cual nos sentábamos para ver la tele. Me senté en frente a papá y, nada más hacerlo, él me dijo con un tono serio que no le pegaba nada.

—No sabes lo que estás diciendo, Sabela. ¿Aventurera? ¿De verdad quieres desperdiciar tu vida con la basura de los Hijos del Sol?

—Sé perfectamente lo que digo y es justo lo que quiero ser —le dije, no pensaba retroceder ni un paso: sería aventurera costase lo que me costase.

—Tú no tienes ni idea, te crees que ser aventurera es flan comido, ¡pero no es un juego, que si te matan te mueres! —dijo papá apenas aguantando los gritos que querían saltar de su boca.

—¡Ya, pero a mí no me importa eso de morir! —grité, pensando en mi habilidad de Las 900 vidas. Pero claro, había que tener en cuenta que papá no tenía ni idea de mi poder.

—¡Pero qué dices, Sabela! ¡No digas eso ni en broma! Vida solo hay una y no merece la pena desperdiciarla por los Hijos del Sol. ¡Qué tú piensas que es muy bonito eso de ir de aventuras, pero al final lo único que haces es matar monstruos!

—¡Qué no, qué lo dije porque tengo una habilidad!

—¿Qué habilidad? ¿La de oler a cerdo o qué?

Eso se sintió como un cuchillo en toda la espalda, pero me aguanté los gritos porque no quería una pelea, sino fuera capaz de comprender que con la habilidad que había ganado ser una aventurera iba a ser bastante fácil.

Acaricié el mango de mi hacha y pensé que la mejor manera de que comprendiera era que viera la gran cantidad de vidas que tenía para gastar. Una vez hecho eso, seguro que no habría ningún problema y me dejaría ser una aventurera de los Hijos del Sol.

El problema era en dónde me clavaba el hacha: ¿En el corazón? Me daba la sensación de que darle de lleno sería difícil. ¿En un ojo? Eso me daba mucha grima. ¿En la frente? Me suponía que el hueso de ahí sería bastante duro. Al final decidí que me abriría la garganta porque con lo afilada que era el hacha sería bien fácil rajármela.

—¿Estás segura de eso? —me preguntó papá.

—Cada vez menos... espera, ¿de qué hablas?

Él no me contestó, se levantó de la silla y caminó hasta ponerse delante del sofá en el cual nos sentábamos a ver la televisión. Se sentó y hundió el rostro entre sus manazas, la voz le salió sombría entre los dedos:

—Hablo sobre esa cosa absurda sobre ser aventurera.

—¡Claro que sí! ¡Es mi sueño, papá! —le contesté y también me levanté para ponerme en frente del sofá.

—¿De verdad mataste a un trasno y a un trasgo en el bosque? —me preguntó, sin despegar la cara de las manos.

—Es cierto, me los cargué a los dos —dije y decidí que quizás no era el mejor momento para contarle sobre mi habilidad ni tampoco sobre el latido que sentí viniendo del hacha.

Papá se rascó la barba, aún no parecía demasiado convencido. Pero bien podía ver que estaba cediendo y no iba ser yo quien desaprovechase aquella magnífica ocasión. Se masajeó los laterales de la cabeza y se tumbó en el sofá, cerró los ojos y en su rostro se veía la tremenda concentración con la que estaba pensando.

Las 900 vidasWhere stories live. Discover now