28. La noche se acerca

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Abrí lentamente los ojos los cuales eran sofocados por unas luces muy brillantes. Mi cabeza dolía como si me hubiesen pateado y sentía mis pies hormiguear, al darme cuenta, estaba acostado y encima de mi cabeza las barras de luz estaban encendidas. Levante mi cabeza para observar donde estaba, pues era una cama con sábanas blancas donde mi cuerpo aun vestido reposaba, las paredes eran de color azul y a mi lado derecho había una puerta que se encontraba en el fondo del cuarto, sobre un sofá reconocí a una Javiera durmiendo cubierta con una frazada café claro, a mi izquierda, otra cama con Nicolás en ella, el cual tenía una intravenosa que además de estar conectada a él, estaba conectada a mí.

—¿Qué mierda? —volví mi cabeza nuevamente a la izquierda, sintiendo como mi boca sabía asquerosa. Necesito agua. Ahora.

Me di cuenta que a mi lado había un velador con 5 vasos, rápidamente tome el primero que pude a duras penas y bebí de él. No alcance a tragarlo, cuando me día cuenta que era café, helado de quizás cuantas horas. Unas ganas de vomitar me inundaron y divise un balde que sobresalía debajo de mi cama lo tome y vomité.

—Kevin —la voz de Javiera me ínsito a verla, pero seguía con mi cara en el bote —¿Te has tomado mi café?

Una vez que deje de vomitar, la mire y esta me limpio la boca con un pañuelo y extendió un vaso transparente con agua.

—Gracias —dije tomando un sorbo.

—No te preocupes, el doctor dijo que si despertaban probablemente lo harían con nauseas, así que estaba preparada —sonrió feliz de haber sido precavida, que rápidamente cambio a una mueca de asco, seguramente por el vómito —, el vomitar era una buena señal, pues su cuerpo estaría intentando expulsar la sustancia toxica en él.

—¿Sustancia toxica? —en verdad, no recordaba nada de anoche, lo último que tengo conciencia de haber visto fue a Catalina y Alex todos sudados de la pista.

—Al parecer ayer consumiste drogas —estas palabras me hicieron querer vomitar, cosa que fue lo que hice.

—¿Dónde estoy? —escuché a Nicolás hablar detrás de mí, sonaba como mi ánimo, aporreado.

Mientras Javiera le contaba lo que había sucedido y de lo poco que ella recuerda, pues pese a haber bebido poco, esta tampoco recordaba mucho de lo sucedido, pero sí que me había desvanecido enfrente de ella.

—Buenos días —un anímico señor de unos 35 años entro en la habitación, vestía un pantalón café con una camisa azul a cuadros y una bata blanca abierta, detrás de él, Katherine, la mamá de Nicolás, la cual en el momento en que entro hizo vomitar al susodicho —, vaya veo que habéis despertado —dijo sorprendido.

—Claudio me ha llamado en la noche, diciendo que mi hijo había entrado en urgencias por intoxicación —la mamá de Nicolás no parecía la misma señora alegre que había visto, bueno y era obvio, su hijo y su amigo estaban intoxicados quien sabe porque en el hospital.

—¿Se conocían? —interpuso Javiera.

—Claro, Katherine y yo fuimos...

—Compañeros —interrumpió rápidamente Katherine, golpeando levemente al médico, quien la miro algo dolido.

—En fin la buena noticia, es que sabremos qué fue que los dejo así anoche, gracias a sus vómitos —dijo volviendo a nosotros —, por que consumir drogas para chicos menores de edad... —coloco una mueca de dolor, que hizo enfadar más a Katherine.

—Creemos que los drogaron —Catalina y Alex aparecieron de la nada en la puerta, lo cual me hizo vomitar a mí, y ni siquiera sé porque, el doctor Claudio los miro interesado en un argumento, al igual que Katherine —, ni Kevin ni Nicolás traían drogas, ellos nunca consumirían —prosiguió la castaña.

Soy hermano de una zorra | Troublemakers [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora