20. Dulces sueños

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Cuando aparezca (*) reproducir la canción Godpeed de Dixie Chicks que se encuentra en multimedia.

***

—Hola —dijo extendiendo la "a" —Tu eres... ¿Kevin, no?

Para ser la segunda vez que la señora Urrejola me veía se le había grado perfectamente mi rostro en su memoria.

—Sí, soy yo —dije con una gran sonrisa—. Vine a ver a Javiera, ¿podría pasar a verla?

—Sí claro no hay problema, caramelo —dijo abriéndome paso a la gigantesca entrada— sube, y en la última puerta a la izquierda esta su habitación, debe estar leyendo acaba de terminar su clase de guitarra.

—Okay, muchas gracias —dicho esto empecé a subir las escaleras.

Subir las escaleras, fue una tortura, sé que todos los días subo por las que hay en mi casa, pero estas eran distintas, eran las de Javiera, y... un momento... ah... necesito respirar. Una vez arriba, el pasillo estaba decorado con una que otra mesa pequeña donde se encontraban flores y uno que otro cuadro pequeño, en las paredes blancas había colgadas fotos de la familia completa, un espejo al lado contrario. Todo parecía tan delicado, tanto como Javiera.

Al llegar a la puerta señalada, el corazón me empezó a latir más fuerte de lo común, del otro lado, se encontraba la chica más linda de esta galaxia, y que probablemente esté más enfada conmigo. Toque, arrepintiéndome un poco al hacerlo, pero ya me encontraba ahí, era como entrar voluntariamente a la boca del lobo y arrepentirse justo antes de pasar al intestino delgado.

—Adelante —dijo la dulce voz de Javiera al otro lado de la puerta, debo admitir que la voz de ella con su madre eran casi idénticas, a diferencia que la de la señora Urrejola era un poco más grave, tal vez por la edad o debido a que fumaba.

Tome el pomo de la puerta y lo gire, para ver a Javiera con sus cabellos rubios atados en una cola de caballo, con unos lentes de lectura negros, una camiseta rosada que le quedaba algo ancha y lo que parecía un pantalón de dormir de algodón color gris, la chica estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la cama, leyendo lo más probable algún cuento de Edgar Allan Poe, antes de lo ocurrido en Frittz me había contado que cuando no salía los viernes en las noches, o con nosotros o con sus padres, solía leer los cuentos de dicho escritor como un escape a la realidad y una llegada al mundo misterioso.

—Hola —dije sin soltar el pomo una vez que la puerta estaba abierta.

—¡Kevin! —su rostro más que molesto parecía sorprendido de que fuese yo el que estuviese en su casa a las diez de la noche, se levantó cerrando su libro— ¿Qué estás haciendo acá?

—Pues... quería hablar contigo —cerré la puerta detrás de mí y avance un poco hacia la cama—, lo siento si no entre por la ventana como todo un romántico semental, pero creo que si tu padre me encontraba acá, mi familia tendría que pagarme la hospitalización —tragué sonoramente de solo pensar en su padre ahorcándome por estar con su hija.

—Tranquilo, papá está en una reunión con unos chinos, no va llegar hasta entrada la noche —Javiera volvió a sentarse en la cama.

—Sí, lo supuse —dije sentándome en el otro lado de la cama—, tu madre me ha abierto la puerta. Y se ha acordado de mi nombre —sonreí.

Se me paso un pensamiento fugaz por mi mente. Me imagine a Javiera tomada de mi mano, riendo, y sus padres se veían felices, de que estuviéramos juntos, y nos veíamos felices.

—¿Y se puede saber a qué has venido? —su voz apagada, fuera de lo normal, me saco de esos pensamientos felices y me hundió en una tristeza.

—Te quiero pedir disculpas por no tomarte en cuenta estas semanas —baje la vista y me hundí en el diseño de flores del cubrecama de Javiera.

Soy hermano de una zorra | Troublemakers [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora