4. Fofo, el gato gordo

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Mientras Alex daba las posibles cosas que podríamos realizar, yo solo me dedicaba a pensar en Carolina, en su cita con Daniel y en su amiga, que también tenía fama de ser zorra. Un sentimiento de angustia me apretó el pecho, haciendo que diera un pequeño paso hacia atrás y apartara la vista de los chicos, para fijarla en la puerta de Crawfield High, justo para ver salir a mi hermana tomada de la mano de Daniel, el cual parecía estar jalando de ella, pero de una forma alegre, como si el acabase de contar algo gracioso o de decirle algún alago que a Carolina le ha encantado.

—Chicos —intenté de llamar la atención de los demás, percatándome de que apretaba mi lengua contra mi paladar algo incómodo e inseguro de lo que estaba viendo.

Los chicos se acercaron a mí para observarlos. Alex se colocó tan cerca de mí que logré sentir el perfume de hombre que se esparcía por el cuerpo para derretir a las damas, y probablemente le funcionase, porque usaba demasiado. Me concentre tanto en ello, que perdí a mi hermana, para luego encontrarla en un convertible negro, en el cual Daniel se estaba sentando de piloto, para rápidamente salir del estacionamiento hacia la derecha de la calle.

—¿Ahora como los alcanzaremos si no tenemos auto? —pregunte caminando unos pasos por delante los chicos viendo como mi hermana se marchaba con el hijo de papá que tenía un convertible.

—Espera —la voz de Alex me hizo voltear a verlo algo extrañado, este tenía una pose algo de superioridad, pareciendo creer que él nos salvaría—, Catalina, Nicolás y tú no tendrán auto, pero yo, el hermoso, sexy, magni...

—Ya entendimos Ricitos de oro —lo interrumpió Catalina, haciendo que él la fulminara con la mirada —. Continua.

—Yo si tengo auto —dijo rendido a dar su extensa definición de perfección de su persona nuevamente —. Es el jeep negro de ahí —apunto a su derecha, donde un jeep descapotable yacía aparcado en el estacionamiento. Todos volteamos a verlo, y soltamos una expresión afirmando que parecía ser un buen auto —. Ahora, muevan sus pequeños traseros a él, ¡Vamos a interrumpir la candente velada de la zorra de Crawfield High! —dijo emocionado, hasta que se percató de mi mirada por lo último que agregó —. Lo siento, como sea, todos al jeep, no tengo idea hacia donde va ese par —comenzó a hacer gestos con las manos para que nos apresuráramos mientras recogíamos nuestras mochilas del piso y nos echábamos a correr hasta el vehículo.

Llegué de los primeros, luego Alex y seguido de él, Nicolás.

Volteé para ver a Catalina, la cual se estaba devolviendo, ya que se le había caído el móvil al césped, y cuando volvió a correr donde nosotros, noté que las agujetas de sus zapatillas, estaban desatadas, pero antes de poder advertirle, esta las pisa y cae de cara al piso. Sacando carcajadas de los chicos y yo, la escena era muy cómica, ya veía que Nicolás se hacía encima.

Una vez nos subimos al jeep, Alex empezó a conducir... y que digamos... no es el mejor conductor del mundo.

—¿¡Tienes licencia!? —pregunto Catalina, quien iba de copiloto afirmándose de sus asiento y del panel.

—¡Fui a hacer el curso! —dijo Alex mientras trataba de mantener el auto en la calle. Con Nicolás, íbamos moviéndonos de lado a lado, siguiendo el movimiento del vehículo.

—¿¡Lo aprobaste!? —Catalina parecía algo asustada.

—¡No! —gritó el rubio despreocupado.

—¿¡Qué!? —gritamos los tres al unísono.

—¡Lo reprobé cinco veces, algo aprendí! —solté una pequeña risa nerviosa, dándome cuenta que mi compañero estaba pálido del miedo.

Soy hermano de una zorra | Troublemakers [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora