25: "El séptimo león"

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La mañana era fría, el invierno se sentía en todas las calles y la primera nevada pronto caería; había sido una larga noche, Samuel no había logrado conciliar el sueño pues la dificultad para respirar era cada vez mayor, yo me había quedado a su lado toda la noche hasta que cerca de las 5 de la mañana había logrado cerrar los ojos y descansar un poco, entre tanto yo había bajado a la cocina a preparar un poco de café para mí y el desayuno para ambos, los días de aquella semana se me habían hecho eternos, y a pesar de que Samuel se esforzaba en sobre manera para no causarme problemas resultaba inevitable que ante cualquier desmayo o crisis en la que le resultaba imposible respirar, mi corazón diese un vuelco y terminásemos en la sala de urgencias para salir un par de horas después ante la insistencia de él, de que todo estaría bien y su negativa para permanecer en el hospital.

Había pasado 1 mes desde nuestra última conversación sobre el tema de la donación, y a pesar de que no hablaba de eso con él, todos los días pasaba al hospital a cuestionar sobre las pruebas de compatibilidad, recibiendo siempre una negativa; hacía tres días me habían dado el ultimo resultado, ese que analizaba mi sangre, la respuesta había sido la misma, aunque así lo deseara mi corazón nunca podría latir en el pecho de Samuel y eso me tenía aún más nervioso.

-Terminé el último capítulo – dijo apenas me vio entrar en la habitación.

-¿Qué haces fuera de la cama Samuel? – dejé la bandeja del desayuno sobre la cama y me apresure para ayudarlo a regresar, cada día estaba más débil y con frecuencia se mareaba o perdía el equilibrio, aun recordaba con amargura nuestro último incidente hace una semana cuando me había quedado dormido y él se había levantado al baño cayendo sobre la alfombra llevándose un buen golpe contra el tanque de oxígeno, haciendo que mi corazón casi se detuviera – debes descansar, apenas has dormido.

-Tu tampoco has dormido y no te tengo atado a la cama – sonrió apoyándose en mis hombros – aunque sinceramente me gustaría atarte a la cama – susurro en mi odio haciendo que riera de manera inevitable, amaba que no perdiera su sentido del humor.

-Ya veremos, ya veremos – dije entre risas mientras le ayudaba a sentarse en la cama y corría hasta mi mesa de noche – primero tomate las medicinas y el desayuno, después ya veremos – le guiñé un ojo mientras lo besaba fugazmente entregándole las patillas.

-Te amo – dijo antes de meterlas en su boca y tomar de golpe el vaso de agua que le ofrecí ahogándose un poco por la prisa, odiaba que mi pulso se aceleraba ante cada pequeña tos, ante cada suspiro suyo, odiaba tener que lucir fuerte ante él y tener que escapar para derrumbarme en el bosque o frente a Antonio cada vez que podía, pero no me arrepentía en lo más mínimo de seguir a su lado, lo amaba profundamente y eso me bastaba.

-Y yo a ti – respondí besando su frente y luego su labios, sus besos siempre eran los más dulces, él profundizó el beso tanto como pudo, hasta el aire le pareció insuficiente y contra su voluntad tuvo que colocar las puntas de plástico en su nariz, sabía que lo odiaba pero estaba resignado a ser esclavo de ellas.

-¿Qué haremos hoy? – preguntó de pronto mientras comía la fruta de su plato.

-Dormir – dije recargando mi cabeza en su hombro.

-Bien, me parece un excelente plan – sonrió ampliamente, poco o nada recuerdo de lo que dijo después, el sueño me había vencido.

(...)

-¡Guillermo! – el grito de Antonio me hizo saltar en la cama, instintivamente giré la vista hacia el cuerpo de Samuel, estaba en el suelo y quien consideraba su abuelo se encontraba sobre él presionando su pecho con fuerza -¡Llama a la ambulancia! – grito de nuevo al ver que seguía inmóvil, estaba ocurriendo, lo que más temía estaba pasando justo ahora, esto no era una simple crisis, esto no era un dolor más, el corazón de Samuel se había detenido.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora