2: "El club de los corazones rotos"

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Llevaba quince minutos esperando a Ismael sentado en aquella mesa justo en el centro de aquel hermoso lugar llamado: "El club de los corazones rotos", era un lugar bastante agradable, que seguía sin entender como había permanecido desconocido para mí hasta el día de hoy, y en definitiva no dudaría en reseñar en mi columna si aún pudiese escribir sobre este tema; poseía un ambiente fresco, bastante privado y hasta cierto punto mágico, ocupando el jardín central de una casona antigua con detalles naturales que combinaban perfectamente con aquel ambiente bohemio, con música en vivo y un sinfín de comida dulce, un lugar bastante especial.

-Hola, periodista – saludó Ismael mientras se sentaba en mi mesa y me sacaba de mi empane.

-Hola, cantinero – repliqué su saludo, levantando una ceja y dando un sorbo al chocolate caliente que había pedido hace unos minutos.

-Así que al final decidiste que las historias de amor básicas y comunes no son tan poco interesantes – dijo triunfal mientras hacia un ademan para llamar la atención de una jovial camarera.

-En realidad no sé si estoy realmente interesado, espero que me convenzas – dije altanero mientras sonreía sínicamente.

-Vaya, sínico resultaste, si soy yo quien se ofreció desinteresadamente a salvar tu empleo – dijo sonriendo ampliamente.

-En realidad aún no se si escribiré sobre algo así, solo quiero escuchar un poco más sobre el tema antes de ir a mi primera entrevista de trabajo – me rendí, ciertamente no podía mantener aquella postura tan falsa en mí.

-Sigues pensando en buscar nuevo empleo ¿he? – respondió vagamente mientras ordenaba un capuchino y un pastel de queso – Gracias Emma eso es todo – agradeció cordialmente a la camarera.

-¿Le conoces? – pregunté asombrado, ignorando su cuestionamiento anterior.

-Si, la conozco, y a muchas personas de este lugar – dijo simplemente – conozco también al gerente y dueño de todo esto – suspiró – y los músicos que estas escuchando son de mis mejores amigos – me había dejado ojiplatico, por instinto pasee la mirada por todo el lugar de nueva cuenta y entonces me percaté de que entre los encargados de aquél café reinaba un ambiente de familiaridad, era como si se conocieran de toda la vida.

-Ellos... ¿Ellos son? – me aventure a preguntar, no quería sacar conclusiones en base a una deducción que acababa de realizar.

-Sí, todos ellos son los ex amantes de Samuel – sonrió ampliamente elevando ambas cejas en señal de triunfo.

-Ahora entiendo el nombre del lugar – dije perdido en mi bebida.

-No, no lo entiendes – dijo el mientras recibía su comida - ¿Emma podrías explicarle a Guillermo cual es el origen del nombre de este lugar? – había detenido a aquella chica, a quien esta vez pude observar de manera más detenida; una palabra la definía a la perfección: belleza. Aquella mujer era sumamente hermosa, sus facciones finas y mirada llena de dulzura, el cabello negro azabache y labios rojos por naturaleza, la piel apiñonada y esa impactante sonrisa, en suma su bien delineado cuerpo, atlético de proporciones armónicas, era única.

-¿Y por qué no se lo cuentas tú Ismael? – sonrió ampliamente aquella chica, apoyando ambas manos en sus caderas.

-Porque suena mejor cuando viene de alguno de ustedes, además Guillermo viene en plan de investigación y lo mejor es que tenga una fuente de información directa- soltó Ismael.

-¿Así que plan de investigación he? – preguntó la Emma mirándome inquisitiva.

-P-Pues, y-yo – las palabras se me habían quedado atoradas en la lengua.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora