7: "El vecino que marchitaba las plantas de Samuel" (Alejandro)

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Mi teléfono no había sonado en semanas, era sábado por la mañana cuando el sonido de una llamada entrante hizo eco en el silencio de mi casa; la noche anterior me había dormido muy tarde por terminar el tercer capítulo del libro de Samuel y no tenía consciencia ni ganas de contestar a quien fuera que me estuviese llamando.

-¿Guillermo? – escuché al otro lado de la línea, me costó un poco pero al final aquella voz la reconocería en cualquier sitio.

-¿Qué pasa Lucia? – mi editora tenía ese don de despertarme con solo una palabra.

-Lo mismo pregunto, ¿Qué pasa contigo Guillermo?, llevas semanas desaparecido, los lectores están ansiosos, quieren más historias de amor y tu desapareces sin decir nada – estaba alterada, esa personalidad exigente que podía doblegar hasta el más duro, sin embargo, escucharla con esa angustia oculta en la voz, me hizo aprovechar un poco el poder que tenía en mis manos.

-Te dije que era un proyecto del que no estaba seguro, aún sigo investigando y no quiero que nada de esto se publique hasta que este cien por cien seguro de la información, y de lo que quiero que se muestre, hay muchas personas involucradas en esto y quiero cuidar al máximo su privacidad; por otro lado, tu misma dijiste que solo publicarían la primera historia como prueba y después verían si funcionaba o no, y hasta donde sé han estado intentando cosas nuevas para la revista y aun no le dan un rumbo fijo, así que: ¿Por qué no me dejas trabajar en paz? – en semanas no me había comportado como un periodista serio, al menos no frente a otros que no fueran mis entrevistados – además tienes a muchos otros escritores y periodistas, sé que te las puedes arreglar sin mí – escuche como los gritos se agolpaban en su garganta dejándola emitir solo una especie de chillido ahogado.

-Bien, está bien, tomate el tiempo que necesites, investiga todo lo que quieras, pero para principios de Noviembre quiero la mejor historia que jamás haya leído en mi vida sobre mi escritorio, o de lo contrario, podrás llevar tu cursi investigación a tu próximo empleo como repartidor de pizzas, porque te garantizo que si no cumples el plazo, tu carrera se ira al caño – respiró profundo y disfruto de mi silencio – deja de hacerte el periodista serio Guillermo, que no te queda y acepta que, o te adaptas, o ya puedes ir buscando una nueva profesión – suspiró y se regocijó esperando una respuesta de mi parte.

-Ten por seguro Lucia, que para Noviembre tendrás algo de mi parte – medite un segundo, paseando los dedos de mi mano por tapa del libro de Samuel – aún no sé si será la mejor historia de mi carrera o... mi renuncia – sonreí con malicia y colgué la llamada sin darle tiempo suficiente a que formulara una réplica.

Permanecí de pie frente a mi ventana con el teléfono en la mano, había varios mensajes de Frank sin leer, casi todos preguntándome si me encontraba bien, si mi investigación estaba dando frutos y en los últimos cuestionamientos acerca de mis ausencias y si hoy, me apetecía salir a tomar algo. Teclee rápidamente una disculpa y explicación sobre mis desapariciones, también le decía que pronto finalizaría mi investigación y nada me alegraría más que salir a conversar y tomar algo con él, que lo extrañaba más de lo que me gustaría; tras leer su respuesta, donde me reprochaba lo asquerosamente cursi que había sido, acordamos reunirnos en 3 semanas más, tiempo suficiente para que yo terminara mis entrevistas.

Pasé el resto del día leyendo el cuarto capítulo de "El misterio de los leones dorados", en el fondo, de alguna manera los personajes me resultaban curiosamente familiares, pero ahora me parecía imposible que cualquier historia de Samuel, sabiendo tanto sobre él, me resultase ajena.

El domingo lo dedique a mí, limpiar la casa, ordenar mis cosas, cocinar algo y escuchar música de Beethoven, un día solo, antes de regresar al trabajo y volver a "dedicar mi vida a Samuel y sus musas".

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora