11: ¿Casualidad?

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"Si el corazón ha dejado de funcionar, una taza de café y una charla inesperada, es suficiente para hacerlo latir de nueva cuenta..."

Samuel sonrió ampliamente al terminar de escribir aquellas líneas; hacía casi un año que no podía escribir absolutamente nada, y de pronto, esa tarde, después de su encuentro casual con aquel chico, su mente se había activado de nueva cuenta, era como si algo dentro de él se hubiese puesto en marcha, obligándolo a desempolvar su máquina de escribir y ponerse a trabajar; pero tan pronto como la imagen de ese curioso chico apareció en su mente y esa sonrisa tonta se pintó en sus labios, la idea de escribir había quedado muy lejos.

-Guillermo – dijo para sí mismo mientras acariciaba el teclado de la máquina - ¿Quién eres tú, extraño hombre, que llegaste para poner este cansado corazón a latir de nuevo, con solo unas palabras? – se dejó caer sobre el respaldo de su silla, con la mirada perdida, en la ventana - ¿Qué has hecho en mí, que no puedo dejar de pensarte?, ¿Qué derecho te has ganado? – sonrió ampliamente mientras sacudía la cabeza tratando de liberar todos esos pensamientos, sacarlos de él, alejarlos; el sonido el teléfono le ayudó en esa tarea.

-¿Ermitaño? – se escuchó del otro lado de la línea.

-Había olvidado como sonaba tu voz – respondió Samuel apoyándose en aquel mueble que sostenía el aparato telefónico y mirándose en el espejo frente a él, las ojeras bajo sus ojos en verdad se habían vuelto profundas.

-¿Así que ya llegaste a la ciudad? – cuestionó la voz al otro lado.

-Aun no adquiero el poder de la omnipresencia, sabes – dijo en medio de una risa, dándole la espalda al espejo – llegue esta mañana, y salí a explorar, la ciudad no ha cambiado tanto como pensé – suspiró recordando la caminata que había dado aquella mañana.

-Bueno, tampoco es como si hubieses pasado diez años lejos de ella, o quizá no has mirado con suficiente detenimiento para ver los pequeños cambios – ambos hombres rieron.

-Tienes razón, de cualquier forma sabes que no me quedaré lo necesario para notar "esos pequeños cambios", solo estoy de visita – insistió Samuel.

-¿Regresaras a Barcelona? – y tras escuchar aquello, el escritor tragó fuerte.

-Sí, no puedo pasar mucho tiempo aquí, además si vine a Madrid, fue solo por ti – suspiró.

-Hace que me sonroje señor Samuel de Luque – de nueva cuenta ambos rieron.

-No importa cuántos años pasen, jamás se te quitará la tontería del cuerpo ¿cierto Ismael? – dijo entre risas.

-No, y no importa cuántos años pasen, tú siempre serás ese niño raro que era el único que entendía y siempre entenderá esas tonterías – suspiró Ismael – la vida es así amigo mío – un breve silencio se creó entre ambos, era como si de pronto hubiesen recordado el día en que se habían conocido y todas las aventuras que habían vivido de niños – vendrás el sábado ¿cierto? – dijo Ismael, rompiendo el silencio.

-Por supuesto, debemos celebrar que el "Night" ha sobrevivido cinco años sin que lo lleves a la quiebra – respondió entre risas.

-Ja-ja, de sobra sabes que soy el mejor empresario independiente de esta ciudad, bueno después de Mateo – esto último lo dijo en un tono más bajo, recordando su sociedad con el primo mayor de Samuel, generando que el escritor estallara en carcajadas – pero, pasando a temas más serios Samuel, hay otra razón por la que insistí tanto en que vinieras a la fiesta – el tono serio acalló la risa de Samuel.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora