21: "No seré parte del club de los corazones rotos"

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ADVERTENCIA!: el capítulo contiene drama, perdón de antemano si necesitan pañuelos al final de esté capítulo y por favor no odien a Samuel, pronto se sabrá la verdad...

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Por primera vez en casi dos semanas, de nueva cuenta Samuel se había encerrado en la habitación a escribir sin parar, esta vez aquel hecho no me había afectado en lo absoluto, muy por el contrario lo sentí como la oportunidad perfecta para dar un largo paseo con Espartaco. Después de casi una hora deambulando por aquel bosque, del cual sentía que ya conocía cada rincón, regrese a casa – porque aquella en verdad comenzaba a sentirse como un hogar para mí – disfrutando un poco más de las luces del atardecer en el cielo.

El auto de Tania se encontraba en la entrada y apenas puse un pie en el jardín Helena corrió a mis brazos, a la pequeña le resultaba extremadamente fácil otorgar su cariño y confianza.

-Te convertiste en el nuevo príncipe de Helena – le escuche decir a Antonio.

-Así parece – dije mientras dejaba un sin número de besos en las mejillas de la niña, no iba a negar que ella también se había ganado mi corazón.

-Samuel y Tania están adentro conversando, al parecer algo lo suficientemente aburrido para Helena que ha salido a verme trabajar, pero ahora que has llegado quizá puedan hacer algo más divertido – la pequeña sonrió ampliamente y de inmediato comenzó a hablar con Antonio, y cada vez sentía mayor necesidad de aprender aquel lenguaje – como leer una historia, si tu aceptas claro – me tradujo, en tanto ella colocaba sus manos juntos en señal de súplica.

-Claro que acepto y si a la princesa le parece – dije colocándola en el suelo cuidadosamente – también algo rico de comer para acompañar la historia – Helena comenzó a asentir eufórica al escucharme – bien, espera aquí con Espartaco, ya vuelo – me despedía momentáneamente mientras me dirigía a la casa, ella corrió hasta el gran roble que delimitaba el final del Jardín de Samuel y se sentó a la sombra acompañada del perro observando el cielo, al parecer le gustaban tanto los atardeceres como a mí.

Entré descuidadamente por la puerta de la cocina buscando las fresas que habíamos comprado hace algunos días y una caja de galletas de chocolate, dejé todo sobre la barra de la cocina y me dirigí a la habitación, pero antes de siquiera poder poner un pie sobre el primer escalón la voz de Samuel me detuvo, sonaba molesto, alterado, un tono de voz que jamás había escuchado en él.

-¡No lo haré Tania, por favor no insistas! – me quedé estático esperando replica de Tania, no entendía el porqué de la forma de hablar de Samuel.

-Pero Samu, entiende, tienes que hacerlo él se merece saber la verdad – de manera casi inconsciente me acerqué lo más que pude hacia la sala, evitando hacer ruido.

-Él no necesita saberlo, no lo necesita – el tono de su voz había cambiado, ahora parecía contraído y pensativo.

-¿Y qué harás entonces, esperaras a que se vaya como todos los demás, o mejor aún te irás tu primero? – mi mente se quedó en blanco al escuchar aquello, Samuel permaneció en silencio - ¿Y luego que Samu?, ¿Te encerraras de nuevo en tu habitación a escribir por meses, te tragaras tus sentimientos como siempre y después seguirás adelante como si nada hubiese pasado? – pude escuchar como Samuel se ponía en pie y comenzaba a caminar de un lado a otro - ¿Y a Guillermo qué?, ¿Le dejaras una nota, o una planta en la puerta de su casa? – el estómago se me contrajo y una horrible nausea recorrió mi garganta - ¿O le dedicaras un libro? – tuve que tragar fuerte después de aquello.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora