19: El plazo esta a punto de cumplirse

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-¿seguro que no quieres venir? – insistió por última vez acercándose a mi apoyando su frente contra la mía, cerré los ojos instintivamente ante su contacto.

-Seguro – sonreí ampliamente dejando un beso fugaz sobre sus labios – vete de una vez o llegaras tarde – agregue dándole un leve empujón en los hombros.

-Bien, regresaré pronto – un nuevo beso sobre mis labios y partió, la casa se quedó en silencio y yo de pie en medio del salón, tendría que mantener la mente ocupada hasta su regreso.

Subí a la habitación, por primera vez en todo aquel mes me atrevía a abrir de nueva cuenta el libro de Samuel; no sé cuánto tiempo perdí observando la fotografía que usaba como separador, solo sé que unos minutos después me encontraba cerrando el libro de golpe, había llegado al capítulo final y me negaba a seguir adelante, de alguna extraña forma sentía que el final de la historia sería una especie de predicción con respecto al final de mi relación con Samuel, y me negaba a conocerlo.

Deambulé despreocupado por los pasillos de la casa, abriendo y cerrando las cortinas, observando despreocupado por cada ventana, me di un largo baño en la tina despejando mi mente de cualquier pensamiento; después de vestirme con lo primero que encontré en el armario el aburrimiento comenzaba a invadirme, hacía tres horas que Samuel se había ido, y los cálculos en mi cabeza me decían que para este momento debía entrar en plena reunión con sus editores, así que llamarlo al móvil resultaba una mala idea, así que decidí comenzar a preparar la comida, después de todo sería un buen momento para intentar alguna de las recetas del libro de cocina de la abuela de Samuel, ese que había encontrado hace unos días curioseando en los estantes de la alacena.

El estrepitoso golpe de la puerta de la cocina al abrirse tras de mí me hizo saltar de manera ridícula, llevando las manos a mi boca tratando de callar aquel vergonzoso grito sin éxito.

-Lo lamento Guillermo, no quise asustarte – dijo Antonio dejando en el suelo un bulto de comida para perro, mientras Espartaco entraba torpemente y comenzaba a girar a mi alrededor emocionado.

-Descuide, en realidad fue más sorpresa que susto – sonreí lo mejor que pude acariciando al perro - ¿necesita ayuda? – pregunté inspeccionando las cajas que permanecían fuera de la casa y la cajuela de la camioneta llena de otras bolsas igual de grandes que la de la comida de Espartaco.

-En realidad me vendría bien una mano, necesito bajar esto y aquellas cajas al sótano, así que ¿si no te importa? – dijo señalando la pequeña puerta que conducía a la parte más baja de la casa.

-No claro que no, no hay problema – dije animado tomando el costal de comida con torpeza, reprendiéndome mentalmente por no ejercitarme. Baje las escaleras lentamente intentando que mis ojos se adaptaran a la oscuridad y no tropezar en el intento. Una vez estuve abajo busque a tientas la luz y apenas el foco del centro de la habitación se encendió, un escalofrió recorrió mi cuerpo.

Era un lugar bastante vacío, varias cajas acomodadas de manera cuidadosamente simétrica y rotuladas con los nombre "libros", "juguetes", "cartas", "regalos" y "varios", se encontraban apiladas en una esquina de aquel lugar, varias estanterías bastante limpias y ordenadas mostraban más marcos con pinturas que debían pertenecer a la madre de Samuel; tubos y tubos que seguramente almacenaban planos de su padre y varios bultos de periódicos que parecían antiguos se amontonaban en cuatro pequeñas montañas, una bicicleta pequeña y un columpio de madera con las cuerdas rotas se encontraban en otra esquina, junto con varias pelotas que de inmediato llamaron la atención de Espartaco quien corrió eufórico hacia ellas; en su camino chocó con una de las estanterías haciendo que una gran caja cayera al suelo y se abriera dejando ver su contenido.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Where stories live. Discover now