Capítulo 34. La maldición del lobo demonio.

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Perspectiva: John Wells.

Como cada mañana me levanté temprano, aunque me sentía agotado por la desvelada, tuve algunas pesadillas, pero creo que no es nada fuera de lo normal.

—Qué noche —dije ingresando a la habitación de mis padres, ahí como siempre 6 personas desnudas... —. Bien, esto es imposible —dije mientras todos se cubrían con su ropa—. Padre, quiero que tú y todas tus mujeres busquen otro lugar, si ustedes no salen de esta casa, lo haré yo.

—¿Qué, por qué?

—Bien te lo explicare, no estoy en contra del sexo, pero si ustedes no me dejan dormir, no puedo trabajar al 100%... les doy 3 días, si no han corregido su comportamiento, saldré de la casa.

Los deje hablando, estoy extrañamente irritado el día de hoy... ah, no debe ser nada grave, creo que me quite un peso de encima.

Caminando por la plaza comercial, me di cuenta del desastre que había, 4 hombres y 2 mujeres estaban muertos.

Supongo que ese monstruo sí que era peligroso.

Había muchos guardias y personas buscando, ahí vi al anciano.

—Hey, niño, ven aquí —me llamo, me acerque con molestia—. Estuviste aquí en la madrugada.

—Si, me encontré un perro muy raro, el me ataco.

—Lo seguí, pero desapareció en el bosque, no logre encontrarlo... solo encontré un hombre herido en el camino.

—¿Lo perdiste?

—Así es, es como si se lo hubiera tragado la tierra.

—La tierra, no hablas de la cueva demoniaca.

—No, no es eso, estoy seguro, la cueva demoniaca desapareció el día que tu volviste, aun así, puede que se haya abierto otra, pero, de ser así, habría dejado marcas notables; no encontré nada.

Ese animal, me recuerda a esos perros en las películas de zombies, que habría su hocico de esa manera tan anormal...

—Por ahora, no te alejes demasiado de las murallas del reino —me dijo el viejo.

—Te ayudare a buscar viejo —le respondí.

—¿Seguro?

—Si que lo hare, necesito distraerme un poco.

—Está bien, pero antes acompáñame, te registrare en el gremio, además debo pasar al castillo con la princesa.

—A, olvídalo, creo que acabo de recordar, que deje los frijoles en la estufa... —estaba dispuesto a irme, pero el viejo me levanto del brazo y corrió al gremio.

—Venerable, buen día —lo saludaron las recepcionistas

—Hola, hermosas jovencitas —las saludo—. Como saben estoy haciendo una investigación, un monstruo ataco la zona comercial de los plebeyos, y he venido a registrar a este niño como mi ayudante.

Adai me sonrió y saludo con su mano... ahora sé que sienten los gatos cuando los levantan por el cuello...

—Hola Adai... Así como ha dicho el anciano.

—Está bien —respondió—. pasen por aquí —los dos entramos en la habitación detrás de la barra.

Me senté en una esquina mientras el viejo hablaba, me registraron rápidamente y el viejo me llevo al castillo, pasamos las murallas interiores, después de ser registrado y dejar mis armas en una habitación, por fin pude pasar.

La princesa estaba en el jardín que era inmenso, creo que es tan grande como el bosque... estaba sentada tomando el té.

—Tío, has vuelto —saludo la princesa.

John Wells. Reencarnación.Where stories live. Discover now