13: Cero a la izquierda.

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Le dejo una nota a Liam en la almohada, y sin hacer ruido, salgo de puntillas de su casa. Miro la hora: 6:12 a.m.

Si, es muy temprano, lo sé, pero no puedo dormir.

Cuando llego abajo, espero a que llegue el bus, y entro. Un rato después, llego a mi querida casa.

Subo de dos en dos los escalones, y cuando llego al rellano me quedo pensativa. ¿Voy directamente a casa de Adrien o voy a la mía a pasar el rato?

Finalmente decido irme un rato a mi casa a leer, ya que todavía no son las seis de la mañana. Estoy impaciente por hablar con Nate, y luego cuando ella no mire darle un puñetazo a Adrien. No, esto no es bipolaridad, esto es ser buena amiga con tus amigos, pero ser justa con las personas idiotas llamadas Adrien.

Cuando entro en mi piso, me dirijo a mi habitación para dejar mis zapatos.

Cuando entro, me encuentro con una imagen que no esperaba: Nate y Adri, en mi cama. Están tapados con las sábanas (Nate por encima del pecho y Adrien por la cintura. No sé por qué, siempre se tapan lo justo), pero sé que están desnudos.

¿¡No podían irse a casa de Adrien!? Una furia se apodera de mí.

-¡Vosotros! ¡¿Que coño haceis en mi casa?! ¿¡No sabeis que yo duermo aquí!? ¡FUERA AHORA MISMO!-Mis gritos hacen que se despierten sobresaltados.

-Dris, yo...-Comienza a decir Nate, incorporándose.

-¡NI DRIS NI MIERDAS! ¡FUERA!-Los dos se levantan y, con Nate enrollada en la sábana y Adrien agarrando un cojín contra sus partes, salen rápidamente de la habitación.

¿Pero que mierdas...? ¡Como intente devolverme el cojín lo mato! Son idiotas, ¿no saben irse a su puta casa? Pues parece que no. Los muy gilipollas...

Abro mi armario y saco un biquini. Me cambio rápidamente. Cuando estoy con él puesto, salgo a la calle. No, no cogí nada más porque todavía es de noche y hace calor, ¿si?

Con rabia, empiezo a caminar, no hacia la piscina, sino hacia el lago.

Bajo una especie de cuesta natural de piedra, y doy a una pequeña playa. No hay nadie, claro. Me acerco a la orilla y cojo aire.

El mar me da miedo. Y los lagos. Todo lo que tenga que ver con grandes cantidades de agua en las que no haga pie. Bueno, eso no es dificil.

Cojo otra bocanada, inspirando todo lo que puedo, y entro en el agua lentamente. No está fría, sino más bien templada.

Cuando me llega por la cintura, cojo aire y me meto por completo. Abro los ojos bajo el agua y miro hacia arriba. Veo el resplandor de la luna.

Noto que un alga me roza la pierna, pero es suficiente para que me entre algo de miedo. Salgo otra vez.

Me seco los ojos con el dorso de la mano. Cuando los abro, noto el peso de una mirada sobre mi espalda. Me doy la vuelta y veo en la orilla de enfrente a un hombre grande, bastante musculoso, de unos cuarenta años. Tiene el pelo castaño, pero no distingo el color de ojos. Está cruzado de brazos, mirándome. Tiene unas fuertes facciones.

Me asusto. Ni siquiera aparta la mirada. Empiezo a nadar hacia la orilla a toda prisa. Cuando llego, salgo a toda prisa y vuelvo corriendo a casa. Justo antes de girar la esquina para entrar en mi edificio, vuelvo a mirar al hombre. No se ha movido de ahí.

Subo corriendo las escaleras, y voy a entrar en mi casa cuando oigo la puerta de Adrien abrirse. Sale él, ahora con unos calzoncillos.

-Dris.-Dice. Se acerca a mí y estira los brazos para agarrarme las manos, pero me zafo de su agarre.-No te enfades. Ayer íbamos a avisarte de que nos íbamos, pero el camarero nos dijo que ya te habías ido. Y, bueno, no te llamamos porque... bueno, estábamos algo ocupados.-Sonríe pícaramente.

Mi pequeña fugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora