29 ~Un adiós.

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29 ~Un adiós.


Reese


-Había una vez... -comencé a leer, pero no tardé en ser interrumpida por Jay, quien me lanzó  su servilleta a la cara. -¡¿Qué te pasa?! -hablé, molesta, ganándome la mirada de algunas personas en la cafetería. Observé de reojo al resto, pero de inmediato sentí calor en mis mejillas y escondí mi rostro disimuladamente con mi mano derecha.

Jay rió disimuladamente, pero luego me señaló con su cuaderno, serio. 

-¿Había una vez? No pienso poner eso en mi trabajo.

-¿Qué tiene de malo? -pregunté, desorientada.

Jay me miró como diciendo "¿en serio?" y yo sencillamente me encogí de hombros, sin saber a qué se refería.

-Jay tiene razón, Ree... -intervino Diane a mi lado. -Es algo... infantil. Aunque es tierno si viene de ti. -sonrió, dándome palmaditas en la cabeza como si de un niño se tratara.

-Ey... -aparté su mano.

-Es que realmente eres tierna. -sonrió para luego dar paso a una expresión de ternura. -Eres adorable.

Mika, quien estaba al otro lado de la mesa, tomó mi cuaderno y le echó una ojeada.

-¿Qué hay de malo con ese principio? Yo creo que es bastante tradicional... -sonrió, sin embargo su sonrisa no duró. -De todas formas, ¿Qué hace "este" en nuestra mesa? -cuestionó, apuntando a Jay, quien estaba sentado a su lado.

El acusado rodó los ojos y yo apoyé mi codo en la mesa para luego observar como los chicos comenzaban a discutir. 

Al igual que algunas veces durante el año pasado, aquel jueves Diane, Mika y yo nos habíamos sentado juntos. Sin embargo, nuestra charla quedó interrumpida cuando apareció el chico de ojos verdes a preguntar por un trabajo en el que nos habían dejado juntos el día anterior (Jay se había sentado conmigo en literatura y nos habían obligado a hacer una actividad con nuestro compañero de banco).

-(...) De todas maneras mis pelos son más largos que los tuyos, pelirrojo... -habló Jay, subiendo su camisa y mostrando el bello de su brazo.

-Eres un inmaduro. -bufó Mika, llevándose una mano a la cara. 

-¿Admites tu derrota? -contraatacó Jay.

-¿De qué hablas, lampiño? -gruñó Mika, comenzando a subir su camisa también.

Esta vez fui yo quien se llevó una mano al rostro, ¿En qué momento habían empezado a discutir de eso?

-Y yo soy la infantil... -susurré, resentida. Rodé los ojos y me levanté de la mesa. -Voy al baño. 

Lo chicos me ignoraron y siguieron en su riña estúpida. Diane, por el contrario, se levantó e hizo ademán de seguirme, pero la frené.

-En realidad... Deberías quedarte para que las cosas no se descontrolen aquí. -sugerí. La verdad es que quería estar sola un momento. 

Diane asintió y volvió a sentarse.

Cuando salí del baño caminé sin rumbo. Pensaba en las cosas que todo el mundo me había aconsejado para que lograra despreocuparme del asunto de Nathan. Y al mismo tiempo, pensaba en cómo cada una era tan inútil como la anterior. Cuando ya estaba aburrida de deambular pensé que quizás era tiempo de volver con los chicos, pues no quería preocuparlos a ellos también. Solo esperaba que su discusión absurda ya hubiera terminado, pero mientras caminaba de vuelta al casino una brisa helada me hizo tiritar, por lo que me di media vuelta y me dirigí hacia mi casillero en busca de mi abrigo.

El ladrón de mi primer besoWhere stories live. Discover now