12 ~¿Novio?

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12 ~Novio.


Reese


Pasaron un par de semanas luego de pascua y las cosas parecían normalizarse. Mi tobillo ya se encontraba mucho mejor y había retomado mi puesto de asistente en los entrenamientos, cosa que me alegró bastante ya que estaba harta de estar en casa. Además, seguía con los entrenamientos de la mascota del equipo, pues aparentemente el chico que solía serlo ya no tenía ninguna intención de seguir animando, sin embargo aquello me divertía, por lo que todo parecía ir bien.

Aquél martes luego de mi ensayo de Putch, caminé por las calles del centro para ir a comer a la cafetería en que trabajaba mi madrina, Sarah, cosa que no hacía desde hace algún tiempo debido a mi lesión. Llevaba el pesado disfraz en una bolsa en mi mano derecha, en la otra un trabajo de arte y además llevaba la mochila en mi espalda, por lo que iba algo cargada.

Mientras caminaba por las calles del centro recordé la primera vez que vi a Nathan. El día en que me besó...

Suspiré.

¿Qué habría pasado si no hubiera desviado mi camino esa vez? ¿Habría conocido a Nate?

Doblé en la esquina y me distraje, haciendo que chocara contra unas chicas que venían desde la dirección contraria. Me caí y al mismo tiempo boté la bolsa en que llevaba mi disfraz de la mascota, haciendo que Putch se desparramara sobre la vereda. Guardé el disfraz en la bolsa avergonzada y me levanté sin recoger mi trabajo.

Ninguna de las chicas se había caído, pero cuando subí la vista para pedirles disculpa me sorprendí.

-¿Reese? -una de ellas, una hermosa pelirroja de ojos verdes, se sorprendió al verme.

-¿Eres tú? -miré a la otra chica, que poseía unos lindos ojos azules y pelo negro. -Que sorpresa... -sonrió.

No podía ser...

Esas eran Christie y Lana, mis antiguas amigas.

Ambas habían cambiado en exceso, pues las recordaba como chicas frikis llenas de acné y con frenos. Ahora en cambio, usaban ropas ajustadas que delineaban sus curvas, maquillaje y tacos, los cuales me obligaban a mirarlas hacia arriba.

-Hola, chicas... -las saludé con una sonrisa tímida. -Cuanto tiempo.

Las chicas y yo nos habíamos hecho amigas cuando teníamos 12 años en un campamento de verano, ellas eran hermanas. Fuimos amigas un tiempo y nos comunicábamos por redes sociales, pero finalmente perdimos el contacto. Ésta era la primera vez que hablaba con ellas desde entonces.

Christie me miró de arriba a abajo y una pequeña sonrisa se formó en sus gruesos labios.

-Vaya Reese, parece que no has cambiado en nada. -comentó.

Lana rió por lo bajo.

-Definitivamente.

Miré de reojo mi aspecto en el reflejo de la tienda de la esquina.

Llevaba puesto el uniforme de la escuela y había arreglado mi falda para que no me quedara tan corta, llevaba la corbata arreglada, tenía puesto el chaleco de mi hermano, -del cual había logrado quitar la pintura- y en el pelo tenía hecha una trenza desordenada. Lucía como comúnmente lo hacía, pero en comparación a las chicas que tenía en frente debía verme tan bien como un orco.

-¿Qué traes aquí? -preguntó Lana tomando la bolsa en que tenía el disfraz de Putch y sacándolo con asco. -¿Acaso es el disfraz de la mascota de tu escuela?

El ladrón de mi primer besoWhere stories live. Discover now