Capitulo 45

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"El amor es proporcional al dolor y hubo un tiempo en el que yo amé el dolor"

El sol estaba en lo alto, afuera era un día agradable pero la mansión Harrison estaba en total silencio, los empleados tenían días libres hasta nuevo aviso, la enorme sala solo era llenada con el sonido del tic-tac del reloj.

Nick alisaba su saco ya puesto, sus ojos estaban rojos de tanto llorar, no sabía como seguía en pie. Todo era tan irreal, un mal sueño.

Las lágrimas se acomulaban en sus ojos, un temblor recorría su cuerpo de forma brusca por el esfuerzo de aguantar las ganas de gritar y derrumbarse sobre en suelo. Deseaba maldecir, reclamarle a Dios por lo que le había pasado, no lo entendía, no sabia porque lo había perdido.

Derian había muerto.

La realidad lo golpeo, gritándole con furia que lo habia perdido todo, Derian ya no estaba y no iba a regresar, toda su felicidad desaparecio.

Ese dia era soleado afuera, a Derian seguro le habría encantado almorzar en el jardín, tomar una taza de té con Milo en sus piernas repartiendo besos por sus regordetes cachetes.

Nick estaba seguro como el infierno que era masoquista, pero no podía evitarlo, cientos de pensamientos e imágenes de reproducían en su mente.  Aún podía sentir los labios tibios del mayor posarse sobre los suyos, imaginaba una y otra vez la voz de su esposo en su mente diciéndole fervientemente te amo.

Dolía, dolía como nunca imaginó, nunca creyó que ese día llegaría.  Y ahora estaba frente al espejo, llevando un traje negro, ojos hinchados, mejillas húmedas.  A unas horas del entierro de su esposo Derian.

El llanto de Milo lo hizo reaccionar, el pequeño a pensar de su corta edad y no poder entender del todo, sabía que algo estaba mal. Tenía todo el día inquieto y lloraba sin parar, llamando a su papá y Nick deseaba poder parar el llanto de su hijo.  No habia manera, él también deseaba que Derian estuviera con ellos abranzandolos diciéndoles que él estaba protegiendolos.

—hola cariño, ¿tienes hambre? —. Nick habia secado sus lágrimas.

Milo miró al castaño y dirigió su vista detrás de Nick, esperando la entrada de su padre Derian.

Al notar que no entraría nadie más rompio en llanto.

—¿papá? —. Milo lloraba en los brazos de Nick. — vamos con papá—. El pequeño pidió.

—no podemos—. Derian abrazo a Milo como si su vida dependiera de ello, lloraba por su hijo, por Derian y por no saber que haría para explicarle a su pequeño castaño la ausencia de su papá.

(...)

La vida es correcta y exacta en todo lo que hace, aunque en ocasiones no lo podamos entender. Hay preguntas constantes y respuestas que no logramos entender.  Hay tiempos establecidos que nos cuestan respetar. 

Pero cuando una vida se va, se ganan otras.

-Los ángeles, California.-

Demián estaba con los nervios de punta, un poco más y haría un agujero en el pasillo del hospital.

Sus manos temblaban y su cabello negro estaba desordenado de tantas veces que pasaba sus manos por este en modo de desespero.

Estaba a punto de preguntar de nuevo a la señorita de recepción nuevas noticias, pero el médico se acercó a él con una gran sonrisa.

—señor Demián felicidades—. El médico se quitaba los guantes de látex —. Su hijo es un varón y en excelente salud.

El empresario solto la respiración y sonrió como hace mucho no lo hacía.
Una felicidad desconocida y orgullo se instalaban en su pecho. Las cosas buenas tardaban en llegar pero la espera la valía la pena.

Mientras Nick lloraba la muerte de su esposo con su hijo en brazos, mirando el ataúd ser bajado para darle el último adiós. Demián estaba a nada de brincar de felicidad por el nacimiento de su primogénito, deseoso por conocerlo.

Estaban en lugares diferentes, pasando por situaciones que marcaban sus vidas de formas determinantes.

Ignorando los sucesos ajenos, sin pensamientos dirigidos él uno hacia él otro, sin embargo allí estaban preparándose para un futuro sin dirección establecida pero que de algún modo al tirar los dados cambiaria todo de nuevo.


Déjame ir (gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora