-S-Si - dijo estirándose con dificultad, apoyando las manos en su cintura, como si intentara acomodar su espalda.

-No mientas, este sofá es la cosa más incómoda sobre el planeta - reí mientras negaba con la cabeza.

-No me culpes por querer ser amable - sonrió mirándome resignado.

-Descuida, no tienes que serlo - lo miré entregándole la taza de café.

-Gracias - dijo aceptándola y dando un pequeño sorbo - hace mucho que nadie me preparaba una taza de café, mucho menos una tan buena - aquel comentario me borró la sonrisa, la imagen de Emma llevándole un vaso de café a diario, hace unos años, se hizo presente y me recordó que "esta situación" no duraría mucho tiempo.

-¿Pasa algo? - dijo al notar mi expresión - ¿Guillermo? - tomó mi mentón para que lo mirara.

-No, no es nada - sonreí lo mejor que pude llevando una mano hasta su cabello para ordenarlo un poco, él respondió acariciando mi mejilla y dando otro sorbo a la bebida.

-¿Qué haremos hoy? - preguntó de pronto.

-Mmm, no lo sé - no entendía su pregunta, durante los días anteriores los planes eran creados por él y yo simplemente me había dejado llevar sin oponer resistencia; simplemente levante los hombros quitándole importancia al asunto mientras me dirigía a la cocina.

-Ya veo, ¿Qué te gustaría hacer? - dijo mientras se sentaba frente a la barra y sonreía ampliamente, observando mis movimientos; de nuevo no sabía que responder, no se me ocurría nada interesante, nada en absoluto.

-En realidad, hoy no me apetece salir, ¿sabes?, aunque si quieres ir a algún lugar, por mí no hay problema - dije sirviéndome un plato de cereales.

-Entonces nos quedaremos aquí - suspiró, bebiendo el resto del café; yo lo mire un tanto sorprendido, aunque el plan me agradaba - sin embargo, aún me tengo que cambiar y dar una ducha, así que iré al hotel y regresaré en unos minutos, ¿está bien? - agregó mientras lavaba la taza. ¿Hotel?, fue lo primero que llegó a mi cabeza, ¿Qué había pasado con el apartamento del que me había hablado Alejandro?, ¿Por qué se quedaba en un hotel si su mejor amigo y primo tenían casa en la ciudad?, ¿En qué hotel se hospedaba?

-Samuel, no... - quería pedirle que no se fuera, decirle que podría ducharse ahí y que yo le prestaría ropa, al mismo tiempo preguntarle todo aquello en lo que estaba pensando, sin embargo, silenció mis palabras y todos mis pensamientos, con un dulce y breve beso.

-Ya regreso - dijo antes de salir corriendo, aun con el cabello desordenado y la ropa arrugada, dejándome parado en medio de la cocina con los sentimientos agolpados en la frente.

(...)

El tiempo me parecía eterno; Samuel se había ido cerca de las 9:30 de la mañana, eran casi las 2 de la tarde y aún no regresaba, lo había llamado un par de veces al móvil sin obtener respuesta y la desesperación comenzaba a crecer en mí.

-No me gustan los teléfonos móviles, muchas veces incluso olvido que tengo uno - suspiré pesadamente al recordar lo que me había dicho en nuestra primera cita, cuando su móvil sonó por una llamada de alguien a quien no contestó - sé que son algo necesario en la actualidad, sin embargo, me molestan - finalizó mientras cortaba la llamada y lo guardaba descuidadamente en su bolsillo, para cambiar de tema y desviar mi atención de aquel detalle.

Sentí una desagradable punzada en el estómago al recordar el momento, me molestaba el no saber quién era esa persona a la que Samuel no había querido responder, más aun la expresión en su rostro al guardar el aparato en su bolsillo y la manera tan apresurada en la que había buscado cambiar de tema, las horrendas dudas se estaban formando de nueva cuenta en mi cabeza y comenzaban a hacer ruido; la desconfianza y el miedo a instalarse en mí, cuando los golpes en la puerta me regresaron al presente.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora