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Helena

Haber metido la pata con el padre de Keenan no ha sido tan malo después de todo. Al final va a resultar que sí que le importa su hijo. Desde el momento en que supo que estaba desaparecido, ha estado removiendo cielo y tierra para averiguar qué está ocurriendo con ellos y si están haciendo todo lo posible por encontrarlos. Quién iba a decir que el whisky te proporcionase tantos contactos en las altas esferas. Increíble.

Jessie me ha dado las gracias tantas veces que empieza a incomodarme. Sé que está feliz de que su esposo haya reaccionado al fin pero yo no puedo alegrarme tanto como ella. El motivo por el que lo ha hecho no me gusta. No quiero pensar que Keenan tenga que morir para reconciliarse con su pasado. Porque cuantos más días pasamos sin saber de ellos, más miedo tengo yo a que no los encuentren. O que lo hagan demasiado tarde para salvarles la vida. A pesar de todo, trato de mantener a raya esos pensamientos para no alterarme. No es bueno en mi estado.

-¿Cómo estás? - Lía se sienta a mi lado y coloca a Evander en su regazo para poder darle el pecho, que él está reclamando con tanta desesperación.

-Bien - esa es mi respuesta a todo aquel que me pregunta. Prefiero no entrar en detalles.

-¿Y la verdad? - me mira un segundo antes de regresar su atención a su hijo.

-Estoy bien, Lía - suspiro -. Preocupada pero bien. Tengo miedo de que no los encuentren, pero estoy bien. Me asusta pensar en que estén muertos, pero estoy bien. Tengo que estar bien por Miranda.

El ultrasonido reveló que tendré una niña y no puedo estar más feliz por ello. Una niña que no querrá imitar a su padre e ir en pos de una guerra que no es la suya ni arriesgar su vida por un país que no es el suyo. O al menos eso es lo que espero. Admiro a Keenan por lo que hace, por lo bueno que es en su trabajo, y jamás se me ocurriría decirle que lo deje, pero no creo que pudiese soportar que nuestra hija siguiese sus pasos. Mi corazón no lo resistiría.

-Miranda - dice Lía con una sonrisa en los labios -. Me gusta como suena. Tiene fuerza.

Barajé varios nombres, algunos totalmente españoles, otros escoceses. Ninguno me convencía del todo hasta que di con Miranda. Me gustó cómo sonaba y su significado no podía ser mejor para ella. Admirable, maravillosa. Sí, mi hija será maravillosa. Y muy amada también. Por mí y por la gran familia escocesa a la que pertenecerá.

-Y mis padres no podrán quejarse de que no saben pronunciarlo - le sonrío, a sabiendas de lo que piensa sobre ellos y su falta de interés hacia Óscar y hacia mí.

Cuando los llamé para decirles que serían abuelos su entusiasmo fue tal y como me lo esperaba: nulo. Una escueta felicitación y la pregunta obligada de si el padre se hará cargo fueron su forma de decirme que no contase con ellos para cuidarlo si no fuese así. Claro que eso ya lo sabía y no me sorprendió. Lo sorprendente habría sido que mostrasen alguna emoción.

-Tus padres se han perdido los grandes momentos de vuestras vidas - protesta Lía, que sí se enfadó al enterarse de su escasa alegría -. Algún día se arrepentirán.

Nunca conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora