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Estar de regreso en la base se siente bien, casi como estar en casa. Echaré en falta a mi familia, como siempre que me separo de ellos, pero esto es por lo que luché y por lo que renuncié a tanto. Esto es lo que me gusta, lo que quiero. 

Saludo a algunos de mis compañeros mientras me dirijo al barracón de mi escuadrón, donde tendremos que esperar hasta que nos envíen a nuestro nuevo destino. A saber, algún remoto lugar en Siria, donde se supone que nuestro país no envía fuerzas de a pie, pero donde tiene desplegados algunos efectivos para operaciones encubiertas de vigilancia. Nuestras órdenes son recabar información útil para la oposición siria y no llamar la atención sobre nosotros. Jamás debemos intervenir salvo que sea estrictamente necesario. De vida o muerte.

-Key - aprieto mi mandíbula al escuchar ese maldito diminutivo de mi nombre. Lo odio. Y a quien lo usa, mucho más - Has vuelto.

-Ansel - ni siquiera lo miro mientras coloco mi petate en la casilla de mi litera. Guardo el fusil también, con cuidado de que no se golpee contra el interior.

Quien vea a Ansel Fisher por primera vez sabrá que es soldado sin duda alguna. Todo en él rezuma aires militares. Su corte de pelo, su físico, su expresión, su ropa incluso estando de permiso. Sin embargo, para mí es la antítesis de lo que considero un buen soldado, a pesar de que a mis superiores les parezca perfecto. Para ellos es justo lo que desean obtener de todos nosotros, una máquina de matar sin escrúpulos. Un guerrero que no pregunta, no se queja, no cuestiona las órdenes, solo las ejecuta y disfruta de ello. El azul de sus ojos es hielo puro, en ellos se puede ver el ansia asesina que lo envuelve y cuánto le gusta hacerse el héroe. Se cree que todos han de alabarlo y besar el suelo que pisa solo porque va a la guerra por ellos. Pero ese es su maldito trabajo, le pagan por hacerlo como a todos nosotros. No es un jodido héroe.

Hemos tenido varios encontronazos en el pasado, cuando apenas empezábamos a formarnos en el ejército, y la animosidad entre nosotros es patente para todos. Nadie que nos conozca ignora que no lo soporto y que eso a Ansel le importa más bien poco. Él sigue molestándome cada vez que tiene ocasión desde aquel primer día que lo enfrenté y le gané la partida. La rabia es lo que lo mueve. Me provoca continuamente para que lo enfrente de nuevo y demostrar así que puede conmigo. Busca pelea en todo momento y le enfurece que yo lo evite ahora. 

Supongo que es un círculo de esos en los que él insiste en obtener de mí lo que quiere y como no lo consigue, sigue insistiendo. Nunca se romperá porque sé que si le sigo el juego acabaremos mal. Puede que incluso con una amonestación disciplinaria. Ansel vive solo para las disputas y para la guerra. Y no tengo intención alguna de darle esa satisfacción, sobre todo porque ya no somos cadetes tratando de demostrar que valemos más que los demás. Esa etapa quedó atrás hace mucho tiempo.

-¿Me echabas de menos? - dice con sorna.

-Ni un poco - murmuro lo suficientemente bajo para que no me escuche.

Ni siquiera sé qué coño hace en mi barracón. No es el suyo, doy gracias por ello. Así que lo ignoro completamente. Acabará cansándose de que no entre al trapo, como siempre, y se largará a buscar pelea en otra parte. Se siente intocable ahora que los altos mandos se han fijado en él y lo usan como ejemplo con los cadetes. Campa a sus anchas por las instalaciones y se cree importante. Lo que no sabe es que los privilegios que otorgan nuestros superiores son volubles. Hoy puedes estar en la cima y  mañana ser la mierda más grande que existe. Aunque no seré yo quien se lo advierta. Quiero verlo caer en lo más hondo.

Nunca conmigoWhere stories live. Discover now