XVII (Diario del discipulo)

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Imagino cómo estarás pasando estas horas, querido maestro. Pero no te preocupes, amigomío. Pronto nos veremos las caras. Pronto estaremos juntos, cara a cara, tal y como deseas. Todollega.

A primera hora de la mañana, bajé a verla. Tantas horas ahí tumbada... La pobre ya se habíaorinado encima. No ha podido evitarlo. Supongo que el miedo habrá tenido algo que ver. Y eso queaún no había empezado su verdadera tortura. Por cierto, por si no lo sabes, ya estoy grabando todolo que pasa en mi pequeña cámara de los horrores. Es maravilloso poder contar con esta tecnología.

He desayunado tranquilamente mientras la miraba, sin decir nada. Anoche le expliqué quiéneres tú. Y quién soy yo, por supuesto. Se lo conté todo. Tardé más de una hora en explicarle todoslos detalles. Antes de que acabara de contarle todo, sus ojos ya estaban bañados en lágrimas, así quedecidí no contarle lo que le esperaba hoy.

Después de desayunar se lo he contado. Le he explicado que el ácido iría deshaciendo pocoa poco su cuerpo, primero las capas superficiales y después los órganos y las capas internas de sucuerpo. Le expliqué que el dolor sería espantoso. Y le dije la verdad: que tardaría varios días enmorir, y que probablemente, según mis experiencias anteriores, perdería la cabeza un par de díasantes de fallecer. Pero claro, cada cuerpo es distinto, y no podía asegurar los plazos.

Dejé que las primeras gotas de ácido fluyeran desde el tanque, a través de los tubos, paraacabar cayendo sobre su delicada piel. Las pequeñas cánulas por las que sale el líquido apuntaban adistintas partes de su cuerpo: el ojo derecho, el pecho, el vientre y la rodilla izquierda. Y me quedéallí, viendo cómo la piel de su cuerpo empezaba a enrojecerse en las zonas sobre las que caían lasgotitas de muerte líquida. El ojo no tardó mucho en adquirir un feo tono sanguinolento.

A última hora del día, cuando de las capas externas de la dermis ya estaban completamentedeshechas, y su ojo derecho ya parecía una extraña mezcla roja, saqué varias fotos y las envié a tumóvil.

De momento, hoy no haré nada más. Dejaré que te muerdas de odio, mientras yo me quedoaquí, observando cómo tu chica se desintegra ante mí.Oh, amigo mío. Qué ganas de verte tengo.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora