IX (Diario del discípulo)

30 2 0
                                    

Es curioso cómo suceden las cosas, pienso mientras observo a Natasha deshacerse lentamente. Llevo varias horas sentado frente a su cuerpo desnudo, que ya va siendo una masa de carne y sangre que algunos considerarían desagradable. ¿Por qué resulta tan desagradable ver algo así? Es algo que me he preguntado muchas veces. De todas las cosas que tú me has enseñado,maestro, esa es una de las más ciertas: nos da miedo vernos como somos. 

  La humana es una raza increíble. Somos seres extremadamente delicados, complejos,compuestos de una infinidad de elementos químicos capaces de generar grandes ideas abstractas, de pensar y de pensarnos e imaginarnos a nosotros mismos (al fin y al cabo, el cerebro no es más que una inmensa colección de conexiones químicas y eléctricas). Y, a pesar de ser conscientes de todo eso, nos da miedo afrontar que, por muy complejos que seamos, somos tan débiles como un eslabón de cristal en una cadena de acero. Es tan fácil rompernos...

  Natasha ya está rota. Su cuerpo empieza a sufrir heridas serias, pero su vida aún no corre peligro. Sin embargo, su mente ya está destrozada. Su único ojo (el otro ya es un amasijo irreconocible y pastoso) ya no es capaz de sostener mi mirada. Creo que no mira a ninguna parte.Creo que su cerebro se ha desconectado por completo. Sin embargo, cuando me acerco y le susurro algo al oído, noto cómo su respiración se acelera un poco, y su pecho sube y baja más rápido.Deduzco, por tanto, que me escucha. 

  Nunca me había pasado algo así. He realizado este experimento con muchas otras personas y, aunque cada una respondía de un modo distinto, nunca habían desconectado tan rápido. Al fin y al cabo, ella sólo lleva aquí algo más de dos días. Supongo que no todos los humanos somos iguales.

  He probado una cosa: he vuelto a cambiar la posición del sistema de goteo. Ahora, las gotas,están cayendo sobre zonas que aún permanecían intactas. En ese instante, ella ha vuelto a hacer algún gesto, y ha emitido un pequeño sonido a través de su garganta. No me atrevo a quitarle la mordaza. No es que nadie la pudiera escuchar, eso sería imposible dada la insonorización de mi pequeña cámara de los horrores, pero no me apetece para nada escucharla. He dejado que el ácido comenzara a deshacer esas zonas aún intactas y me he quedado observando cómo era el proceso de deterioro de la piel y la carne. Ya lo conozco, no te vayas a pensar. Es más bien un afán científico.Quiero ver si en su cuerpo algo sucede de forma distinta. 

 Tras varias horas puedo asegurar que, aunque cada uno de nosotros tiene una mente distinta,el cuerpo se comporta de un modo muy parecido. Primero, las zonas afectadas se enrojecieron. Poco después, la piel comenzó a deshacerse, y una especie de herida purulenta empezó a surgir entre la masa de piel muerta. Al cabo de un rato, la carne ya empezaba a deshacerse también. Y ella ha vuelto a desconectar. Bueno, ella no sé si ha sido consciente. Creo que ha sido su cerebro el que le ha enviado la señal de desconectar. Natasha está resultando un experimento de lo más interesante.No quiero ni imaginar cómo será el que haré contigo.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora