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Dos pensamientos han venido a mi cabeza cuando he despertado esta mañana. Los dos han acudido a mí casi a la vez, de forma consecutiva, como si ambos estuvieran ligados. Primero me he acordado de ti, maldito traidor, y he sentido odio. Justo después, me he acordado de la mujer que conocí anoche en el portal, y una extraña sensación de apetencia sexual se ha apoderado de mis sentidos. No entiendo el motivo, pero supongo que saber que una mujer atractiva y aparentemente inteligente ha dormido sola en una de las habitaciones de este cuchitril, me ha hecho sentir cierta lástima, pero también muchas ganas de ella, de su cuerpo. He notado la erección antes de empezar a acariciarme. Me he masturbado. Mis pensamientos divagaban, saltaban del cuerpo atractivo de esta mujer a imágenes que se repiten constantemente en mi cabeza: cuchillos afilados penetrando carne,cortando vísceras y músculos; arterias seccionadas; venas destrozadas al paso del filo de acero.Muerte, sangre, sexo y yo. Supongo que esos son los cuatro ingredientes de los que está hecha la perfección. Muerte... sangre... sexo... yo... muerte... sangre... sexo... yo... muerte... sangre... sexo...yo...

He eyaculado antes de lo previsto. Toda mi esencia se ha desparramado sobre mí y sobre la cama. No estoy orgulloso de eso, pero al fin y al cabo no puedo hacer nada para evitarlo. Durante estos años he aprendido a conocerme, a respetarme más. Esto es parte de mí. No es malo. Los malos sois vosotros, todos vosotros.

Me duché y volví a desayunar en el bar de siempre. Las mismas caras. La misma mediocridad. La misma derrota dibujada en los mismos ojos. El deseo. La lujuria. El ansia de poder.La certeza de lo imposible. Vuestra mierda de vida, al fin y al cabo.

Hoy era el día. Paseé por la ciudad hasta bien entrada la tarde. Ni siquiera comí. Tracé el plan definitivo, el que me haría acercarme a ti de una vez. A última hora del día comencé mi primera jugada de la partida. Fui hasta la calle repleta de prostitutas. Las observé durante un rato.Comprendí quién era el chulo de cada una de ellas. Escogí una víctima. Todos me parecían iguales,todos la misma escoria. Todos me producían el mismo asco, las mismas náuseas. Ellas, sin embargo,me daban pena. Una pena que se apagaba por momentos y se transformaba en rabia. Y la rabia se transformaba en una especie de dolor. Dolor por todos vosotros. Dolor por la raza perdida. Un dolor imposible, pero tan real...

Hablé con ella. Ajustamos un precio por follar. No más de una hora en total. Treinta euros,más los 5 euros de la habitación. Entramos en un portal oscuro, frío. Llamamos a una puerta. En la entrada no había ningún cartel, nada que indicara que aquello era una pensión. Abrió un hombre bajo y enclenque, medio calvo. Llevaba puesto un pantalón de chándal y una camiseta blanca de tirantes. "Cinco pavos la hora", dijo a modo de saludo. Le largué un billete de cinco y nos indicó una de las puertas. La puta y yo entramos. Tenía más de una hora por delante antes de cumplir mi plan.

Cuando fue a desnudarme, le pedí que no lo hiciera. Prefería hacerlo yo. Mientras se lavaba en un pequeño bidé que había en una esquina, junto a un lavamanos minúsculo, yo aproveché para sacar mi cuchillo y dejarlo sobre la cama, justo debajo de la almohada. Me desnudé y me tendí en el jergón. Era un colchón blando, y casi podías sentir los muelles bajo la tela que lo recubría. Ella se acercó a mí y comenzó a tocarme. Volví a sentir la erección. Con habilidad, me puso un condón ayudándose de la boca. Era buena en eso, en el sexo. ¿Sería buena en todo lo demás?

Tardó poco en demostrarme que era buena follando. Se subió encima mío y, con un ligero movimiento de su cadera, ayudándose apenas de la mano durante un instante, se introdujo mi pene erecto en la vagina. Empezó a moverse sobre mí, mientras me miraba a los ojos y me susurraba frases absurdas. Mis ojos iban de su rostro hasta su sexo, unido al mío. Ella se movía cada vez más rápido. El tacto de sus pechos era delicioso entre mis dedos. Su pelo suelto se movía al compás de cada empujón de sus caderas. La piel de su vientre parecía suave, tersa. Era una chica joven,demasiado joven. Nunca imaginé que los peones de la partida fueran a ser tan jóvenes. Siempre imaginé soldados viejos, cansados ya de la vida. Eso lo haría todo más fácil, más grandioso. Pero el destino es caprichoso. Ella era un peón que había adelantado su posición para ser masacrada por el enemigo, en busca de otra pieza mayor.

Metí la mano debajo de la almohada y sentí el filo del cuchillo. Lo sujeté firme por el mango y, sin pensármelo dos veces, lo saqué y se lo clavé en la tripa. El cuchillo penetró suave, casi sin resistencia. Ella no llegó a gritar. Estaba sorprendida. Empujé más con el cuchillo. Noté cómo se desgarraban sus órganos internos. Giré sobre mí y me puse encima de ella. El cuchillo continuó haciendo su terrible labor allí dentro. Mi pene seguía penetrándola. Tapé su boca con mi mano izquierda, apoyado por completo sobre su cara, mientras saqué el cuchillo con la derecha. Noté el chorro de sangre caliente saliendo de sus entrañas. Aún seguía viva. Coloqué el filo sobre su cuello y la degollé. La sangre salió rápida al principio, y más despacio al final. Saqué mi pene de su interior justo cuando la vida abandonaba su cuerpo.Pero ella no era la pieza que yo perseguía. Era un simple peón. Mi objetivo de aquel día era el alfil de negras. Sólo tenía que esperar, y el chulo acabaría llegando. Dejé pasar el tiempo. El cuerpo de la chica fue perdiendo color. Yo observé lentamente cómo su piel palidecía poco a poco,con calma. Sus labios cambiaron su color rojizo por otro mucho más pálido. Así era la muerte,reflexioné.

Al cabo de una hora y media escuché voces cerca de la puerta. Todo transcurría como yo esperaba. El chulo, al no ver aparecer a su puta, subió a la pensión, y el encargado le había señalado la habitación. Aguardé junto a la puerta, con el cuchillo en la mano. El chulo llamó con los nudillos tres veces. Abrí la puerta, haciéndome el despistado. Venía solo. Me aparté y le franqueé el paso. En cuanto vio a la mujer tendida sobre la cama, tiré de él hacia mí. Le clavé el cuchillo en la tripa con fuerza. Empujé hacia arriba, casi cargando su peso sobre mi cuerpo. Noté cómo la punta de mi acero llegó casi hasta la parte inferior del pecho. Intentó gritar, pero de su boca sólo salió sangre. Lo tiré al suelo y continué apretando con mi cuchillo, mientras tapaba su boca, como había hecho con la puta. Saqué el cuchillo, lo miré a los ojos y lo degollé como a un cerdo. Dejé que se desangrara mientras cerraba la puerta. Ya faltaba poco para terminar mi obra.

Cuando salí de la habitación, ya había limpiado todas las pruebas posibles. Sobre el cabecero de la cama, pintado con sangre en la pared, dejé una frase: Traidor, tu maestro espera.Sería más que suficiente.

En la puerta de la pensión me esperaba el encargado.

―Oye tío ―dijo―, no sé qué rollos os traéis la puta y tú con el jodido ruso ese, pero has estado casi dos horas ahí dentro.

―Te pagarán ellos ―respondí.

―Y una mierda. De aquí no se va nadie sin pagar.

Ya lo tenía todo previsto. Le dije que estaba bien, que le pagaríamos allí mismo. Fuimos de nuevo hasta la habitación. Abrí la puerta y entré. Él entró detrás de mí. Cerré justo antes de que pudiera decir nada. Lo golpeé con dureza en la cara. Cayó al suelo con estrépito. Pateé su cabeza con todas mis fuerzas. El hombre se desmayó allí mismo. Me hubiera gustado dejarle ahí, vivo, pero aquella partida de ajedrez no podía jugarse en falso. Era otro peón. Debía morir. Le rompí el cuello y salí por la puerta con tranquilidad. Caminé calle abajo, cada vez más contento. El día se estaba acabando, pero era un gran día, sin duda.

Cuando llegué a la pensión, volví a encontrarme con la mujer atractiva:

―Le veo contento ―dijo con una voz que me sonó preciosa.

―Un buen día ―respondí con elegancia.

―Eso es fantástico.

―Lo es.

Nos quedamos un rato mirándonos. Después, ella se despidió y salió de la pensión. Yo subí ami habitación y me tumbé en mi cama. Tenía muchas cosas en las que pensar.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIWhere stories live. Discover now