XIV

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El caso de Lorena ya casi no sale en los periódicos. Ya no es noticia. Ahora interesan más otras cosas. Ni siquiera el viejo del quiosco lo comenta. Ya no existes, Lorena. Tampoco existe el pobre cerdo al que corté el cuello con mi cuchillo. Realmente se lo cortó él mismo. A estas alturas ya estará empezando a descomponerse. Ahora mismo su cadáver desprende un hedor nauseabundo, como toda la vida que llevó.

Estoy en el trabajo. Decido salir de allí. Llevo cuatro horas seguidas trabajando, sin parar. Revisando páginas y páginas llenas de garabatos y mirando una pantalla de ordenador. Oigo a capullos cerca de mí que hablan estupideces banales, así que bajo a tomar algo a un bar cercano. Entro en el local. Espero apoyado en la barra. La misma camarera de siempre. Se acerca a mí. Antes de que diga nada pido un café con leche. Hay dos tipos cerca de mí, hablando. Escucho su conversación. Están hablando de perfiles psicológicos de asesinos. Es curioso. Hablan de los asesinos en serie. Hablan del cerebro humano como si lo comprendieran. Los observo detenidamente. Patéticos. Están hablando del comportamiento del hombre, de su complejidad, entre trago y trago de cerveza. Cada uno tiene un bocadillo en la mano. Casi no saben hablar. Son como monos, repiten lo que ven. Aprenden sin saber lo que hacen. Hablan sin saber de qué coño están hablando. Se nota en sus caras. Son jodidamente incultos y aún así se atreven a hablar de locura y enfermedades mentales.

Así es la mayoría de la gente con la que me cruzo hoy. Son todos unos malditos expertos en hablar tonterías, sin tener ni idea de nada. Debería matarlos a todos. Pienso en matar cuando suena mi teléfono móvil. Es un amigo. Quiere salir a tomar unas cervezas esta noche. Le digo que no puedo, estoy cansado, pero le aseguro que mañana quedamos. Cuelgo. Marco el número de la dependienta de la floristería con mi móvil. Al otro lado del teléfono una voz sensual contesta. Joder, me excito sólo con escucharla. Hablamos un rato mientras me toco. Me masturbo a la vez que me cuenta su día en el trabajo. Pienso en su culo. Es genial. He quedado con ella dentro de dos horas en un bar del centro. Tomaré algo con ella y volveré a mi casa. No quiero trasnochar. Soy una persona muy formal y mañana hay que trabajar.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora