II (Diario del discípulo)

33 3 0
                                    

Hoy estuviste paseando por nuestro antiguo barrio. Es divertido verte en la distancia, sin que tú sepas que yo estoy ahí. He decidido dedicarme en cuerpo y alma a ti, amado maestro. Al fin y al cabo, yo no soy nada sin ti.Después de estar un rato contigo, he decidido dejarte solo. Todo hombre necesita algo de intimidad. Además, tenía trabajo que hacer en casa, así que decidí volver a mi pequeña y humilde morada. Vivo en una casita en las afueras.

Uno de esos chalés pareados, con un jardincito minúsculo en la parte de atrás. No creas que es algo grande. Nada más lejos de la realidad. Es una minucia en comparación con lo que hay por ahí. Ya, ya sé lo que estás pensando. Crees que me he vendido. Que he escogido la vida cómoda, la vida burguesa. Y si fuera así, ¿qué tendría de malo? ¿Por qué crees que es malo tratar de vivir una vida tranquila, repleta de las comodidades que la tecnología es capaz de ofrecernos? Sí, también imagino tu respuesta. Para ti es una vida insustancial, sin sentido. Pero,querido mío, ¿acaso no lo son todas? ¿O ninguna?Tú también llevas una vida insustancial. Es necesario que lo sepas, ahora que vas a morir. Tú llevas una vida sin sentido, alejada de esa gran vida maravillosa, salvadora de la raza, en la que te imaginas a ti mismo. Eres un ser anodino. Ya verás por qué.Pero no perdamos el hilo. Te decía que vivo en un pequeño chalé, de esos a las afueras de la ciudad. Es pequeñito, pero, como te decía, sirve perfectamente a mis propósitos.

Tiene dos plantas,además de un pequeño sótano donde está el cuarto de calderas y la entrada al garaje. Pero yo prefiero aparcar fuera. Aquí todo el mundo lo hace. Al fin y al cabo, este es un sitio tranquilo, y no hay necesidad de guardar el coche dentro. Así que, con unos retoques por aquí, una mano de pintura por allá, unos ladrillos bien colocados y, sobre todo, una buena insonorización, me he creado mi propia sala de los horrores. Es una gozada. Tendrías que verla, maestro. Tengo todo lo necesario para causar dolor, para hacer sufrir a mis pequeños cadáveres andantes hasta que sus ojos (mientras aún los conservan) piden la clemencia de una muerte prematura. Yo, por supuesto, no se la doy.¿Qué clase de persona crees que soy? Yo no mato para conseguir un objetivo tan grande y noble como el tuyo. Yo mato porque quiero. Y no estoy enfermo ni nada de eso. No me excito sexualmente cuando los veo sufrir. No. Nada de eso. Simplemente me gusta sentir que puedo hacerlo. Ver cómo se deshacen poco a poco.

Ver cómo se escapa su vida lentamente.Me ha llevado mucho tiempo, querido maestro, refinar mi técnica. Han sido muchos años de cadáveres inútiles, trozos de carne con los que no me sentía satisfecho. Durante un tiempo me llegué a plantear si realmente sabría hacerlo bien; si mi arte llegaría a merecer la pena. Pero, amigo mío, el esfuerzo, la constancia, las ganas de mejorar, son armas infalibles a la hora de mejorar. Y yo he practicado mucho... Muchísimo...No he salido en los periódicos, claro. Eso no es para mí. Al menos, no hasta ahora. Uno no puede mostrar sus obras menores. Debe esconderlas, almacenarlas en un trastero y seguir trabajando hasta conseguir algo grande, algo que merezca la pena. Eso he hecho yo todos estos años.

Crear arte para luego destruirlo. Era arte bajo, arte mediocre. Arte incipiente. Pero ahora que estás tú aquí,crearé arte para ti. Y al final, mi querido amigo, tú serás mi arte. Qué honor...

Yo psicópata. El diario de un asesino IIWhere stories live. Discover now