IV (Diario del discípulo)

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Sigo vigilándote. Hoy has paseado por una zona algo turbia de la ciudad; por esas calles repletas de prostitución barata y drogas; calles atiborradas de proxenetas y mafias. Y he visto cómo observabas sus movimientos. Sé lo que piensas, amigo mío. Buscas una víctima entre toda esa basura. Es normal. Yo creo que matar es un acto superior, un acto divino. Pero sobre todo es un placer que pocas otras actividades humanas ofrece.

Es posible que este sea un buen momento para contarte, amigo mío, un pequeño secreto que casi nadie conoce. Mientras mis queridos pupilos andan por ahí, apuñalando, degollando,masacrando cuerpos, yo he perfeccionado mi técnica del dolor. Es una forma simple en esencia,pero hermosa de ver. ¿A que no adivinas cómo lo hago, maestro? Con ácido. Mato con ácido, mi querido amigo.Es una forma sublime de producir dolor; de acabar con la vida de alguien; de hundirle en la miseria, mientras suplica, día a día, que le mates ya. Ácido. Esa es la clave de mi obra de arte.Ácido.Supongo que, a estas alturas, estarás preguntándote cómo lo hago. Es bien simple. Lo primero, por supuesto, es escoger a tu víctima. Pero no me vengas con tonterías extrañas. No escojo a una víctima para salvar a la raza humana, no.

Simplemente escojo a alguien, a quien sea, que cumpla dos requisitos: que minimice la posibilidad de que me atrapen y que, de algún modo, yo sepa que me va a extasiar verlo sufrir.Después de escoger al futuro cadáver, lo atrapo. Aquí entran en juego multitud de variables,y cada uno se atrapa de una forma distinta, claro. A veces uso drogas. Otras veces, simplemente empleo la violencia hasta dejarles inconscientes. Eso es lo de menos. Cada circunstancia es diferente. Y por último, el placer. A partir de este momento viene lo realmente divertido. Encierro amis víctimas en mi pequeño laboratorio y empiezo a ofrecerles un dolor tan intenso que... Oh,amigo mío, te encantaría verlo. Los ato a una estructura metálica recubierta de un plástico especial que evita que el ácido deteriore el conjunto.

Ellos quedan en posición horizontal, como si estuvieran tumbados en la dulce y suave cama de un hotel de cinco estrellas. Del techo cuelgan pequeños tubos, conectados todos al depósito de ácido. Estos tubos tan pequeños permiten que el líquido caiga lento, imparable, gota a gota, sobre las diferentes partes de sus cuerpos.

Y así, despacio, al ritmo que yo considere en cada momento, dejo que las gotas de ácido caigan sobre los pobres desgraciados. No es un ácido muy potente, claro, eso los mataría demasiado pronto.

Es una solución de ácido y agua mezcladas con sutileza, en su justa medida, lo estrictamente necesario para que,primero la piel y después la carne, sus vidas se vayan diluyendo con lentitud y dolor.

De vez en cuando, cambio las posiciones de los tubos en el techo, y dejo que otra zona de sus cuerpos sufra el deterioro del ácido.Al cabo de varios días, las partes superficiales de sus cuerpos está deshecha, pero sus entrañas continúan casi intactas.

Normalmente tardan una semana en morir, aunque cada desgraciado es distinto de todos los anteriores.Y así, amigo mío, es como mato yo. ¿Qué te parece? Supongo que dentro de un tiempo tú serás el que gritarás, te desgañitarás en mi pequeño laboratorio de los horrores.

Será hermoso verte pedir clemencia. Yo, por supuesto, no te la daré. Pero tú inténtalo. Nunca se sabe.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIWhere stories live. Discover now