XVI

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Cuando sonó el despertador esta mañana estaba profundamente dormido. Quizá por eso tardé algo más de lo normal en salir de la cama. Anoche llegué realmente cansado a casa. Mientras me preparo para salir de casa pienso en la dependienta. Joder, espero que no espere nada de mí. Tengo una labor más importante en mi vida que dedicarme a follar con ella por las esquinas.

Salgo de casa. Es viernes. La gente parece más contenta los viernes. Todos están jodidamente podridos por dentro y saben que el fin de semana pueden dedicarlo a intentar hacer parecer que sus vidas son algo más que el trabajo. Idiotas. Todo es pura pantomima.

En el trabajo todos intentar alardear de sus planes para los próximos dos días. Pescar. Andar por el campo. Quedar con los amigos. Todos están sobrados de planes. Miro sus ojos. No me pueden engañar. La mayoría odia el fin de semana porque no soporta a sus familias. Estoy tomando un café, solo, tranquilo. De repente, una voz a mi lado intenta establecer una conversación conmigo. Una joven del departamento de recursos humanos se dirige a mí. Debe pensar que me interesa algo de lo que dice. Ya hemos hablado más veces. Le caigo bien. Me pasa con mucha gente. La gente piensa que soy un tipo agradable. La miro. Me cuenta que este fin de semana se va con su novio a una casa rural. Zorra. Creo que intenta darme celos, o algo así. Nos vamos con una amiga mía y su novio, me dice.

–Eso es genial –respondo–, ¿vais a hacer intercambio de parejas? –digo con cara seria.

Ella me mira. No sabe si lo estoy diciendo en serio o en broma. Decido sonreír para evitar problemas. Ella se ríe a carcajadas. En ese momento llega el capullo de contabilidad. Él también se quiere reír, dice. La de recursos humanos, con sonrisa en los labios dice que es un chiste tonto. Que soy un tío muy gracioso. El de contabilidad asiente. Estoy deseando matarlos a los dos, pero intuyo que eso podría producirme problemas. Me acuerdo del inspector de policía. No debería cometer demasiados errores. Tendré que tener más cuidado.

Mientras pienso todo eso han llegado tres personas más a unirse a la conversación. Todos están soltando su mierda por la boca. Todos son geniales. Sus vidas son maravillosas. Pero a mí no pueden engañarme.

Yo psicópata. El diario de un asesino IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora