Introducción

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Siento el calor de su sangre sobre mi mano y mis ojos se detienen en el delicado reguerorojizo que su vida va marcando, centímetro a centímetro, sobre mi piel limpia, cuidada, perfecta.Me excito cada vez más. Un grito suyo. Empujo con mis caderas y noto cómo su cuerpo seestremece cuando penetro más profundo, cada vez más lejos, mientras hundo un poco más elcuchillo sobre la carne fofa de su antebrazo. El flujo de sangre se hace más fuerte, más continuo,caudaloso, y el líquido rojizo va tiñendo mi piel con el encarnado color encendido que la inunda.Otro empujón de mis caderas y mi sexo continúa el recorrido placentero por su interior. El filo tajaun poco más su carne, y el flujo continuo se convierte en borbotones sangrientos. Ella gime deplacer bajo mi peso. Lloriquea y escupe palabras horribles, en un lenguaje descuidado, soez, basto,muy propio para lo que estamos haciendo. Es lo único acertado de todo aquello, pienso, mientrassigo excitándome con su sangre. Su olor a hembra sedienta y mi rencor desmesurado me llevan aempujarme con despiadada fuerza hacia su interior, mientras el acero, ya caliente y completamenterojo, se hunde un poco más en su brazo.

¡Basta!

Es una voz lejana, en otra dimensión. Yo sigo sintiendo el calor de su sangre que ya alcanzami brazo, y gotea sobre el suelo blanco de la habitación. Y empujo más hondo, y clavo más fuerte.

¡Basta¡ ¡Ya basta!

La voz suena algo más cerca. Dejo de observar el líquido rojizo y miro su rostro, oculto trasuna espesa capa de pelo negro, liso, desordenado. Entre los mechones, a duras penas veo uno de susojos. Ella está de espaldas a mí, y tiene que girar la cabeza para poder observarme algo. Su rostrodemuestra un delicado equilibrio entre el placer y el dolor. Poco a poco vuelvo en mí. Despacio,como si no quisiera hacerle daño, más daño, retiro el cuchillo del brazo y lo dejo caer en el suelo.Lentamente salgo de ella y me alejo. Desato las ataduras de sus piernas. Después hago lo mismocon las que sujetan sus brazos. Ella me mira con media sonrisa en la boca. Entonces observa subrazo mutilado. Sin inmutarse, coge una gasa de una bolsa que hay en la habitación y presiona confuerza el corte. Se hace un vendaje provisional y se acerca a mí.

—Pensé que no ibas a parar —susurra a mi oído, mientras con su mano, aún recubierta de sangre,acaricia mi pene.

—No te oí la primera vez.

—Da igual, estuvo bien. La incertidumbre me puso... Sin embargo tú... —su mano sigueacariciándome—. Tú no te has corrido.

—Estaba a punto.

No dice nada más. Dejo que se arrodille delante de mí y acoja con sus labios mi querido sexo. Yo me dejo hacer, mientras observo su sangre impregnando mi cuerpo. Mis ojos saltan de la sangre al cuchillo en el suelo, y del cuchillo a la sangre de mi mano. Siento el calor que sube desde mi vientre y se desplaza hasta mi pene y mis testículos. El placer inunda mi cuerpo y mi mente mientras eyaculo. Cierro los ojos y en la oscuridad de mi interior se dibuja la imagen del acero afilado teñido de rojo. Gruño en un último espasmo de placer mientras a mi cabeza vuelve una idea que lleva años contenida, esperando el momento. Allí mismo, entre sangre y sexo decido volver a Madrid: decido volver a buscarle.   

Yo psicópata. El diario de un asesino IIWhere stories live. Discover now