He perdido el origen de aquella ilusión infantil, la cual vivía latente en mis entrañas tomando la forma de un sueño, el sueño de ser feliz dentro de un mundo donde me relaciono con "buenas personas", entiéndase las comillas cual carácter expresivo...
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Cierta vez, un amigo llegó a mi morada, abatido; y quizás, fatigado por la angustia que trae consigo cada amanecer. Al posar su vida sobre el viejo diván del rincón, pude verle corrompido por los vapores tóxicos del conformismo social, aun así, intentaba entre versos traslucidos contener las grietas de un ideal marchito, al punto de transformar las palabras en lágrimas y los silencios en sostenidos lamentos que apagaban su esperanza.
En efecto, pude optar por la tentadora posibilidad de confrontarle en el laberinto de su discurso, sin embargo, le vi sediento y le ofrecí de beber, le vi con hambre y alimentos cordialmente le brindé, no obstante, contrario a lo que se pensaría de un sujeto afligido, este se rehusó radicalmente a la banalidad de calmar su sed y su hambre, siendo que, para un hombre saciado por la náusea de la esclavitud moderna cualquier comelona es estiércol fétido, del mismo modo que, cualquier trago es veneno rancio para los huesos.
En la penumbra de su llanto me confesó consternado que tenía una oferta de trabajo, para asombro de muchos no se trataba de algo ilícito o precario, más bien, consistía en ejercer la profesión que había cursado durante cinco años en la universidad, era un sueño hecho realidad: un buen sueldo, magnificas prestaciones, además de la posibilidad de crecer financieramente y mejorar así su calidad de vida... Su única condición: conseguir 30 votos para la presidencia de un candidato anónimo, claro está, haciendo caso omiso a las ambiciones electorales de aquellos que siempre han intentado comprar el poder de un país con favores políticos. Es por ello que, optaré por omitir su nombre para así no caer en la vil trampa de hacerle campaña a un ser humano ruin y perverso.
Sean ciertas o no mis aseveraciones en contra de los funcionarios y políticos de este país, no podemos ignorar el hecho de que más de un colombiano atraviesa por la difícil situación de ser extorsionado electoralmente en su recinto de trabajo, no obstante, considero que hemos desarrollado la capacidad de resistir cualquier tipo de humillación a cambio de llevarnos unos cuantos panes a la boca, pero ¿Acaso vale la pena subastar el sentido de las futuras generaciones por un par de monedas?...
Lamentablemente la respuesta es si.
Sobra decir que fácilmente podemos tolerar la explotación financiera, inclusive, me atrevería a decir que podríamos tolerar mucho más, siempre y cuando, tengamos la comodidad suficiente para disociarnos con la televisión y el internet. No importan las masacres, no importan los desfalcos al fondo nacional de nuestros impuestos, no importa la maquinaria homicida del sector salud, no importa la muerte de las escuelas públicas; y en definitiva, no les importa un culo lo que dije hace 2 minutos, a fin de cuentas me bajaré de aquí y esta silla vacía será reemplazada con la presencia de alguien más, quizás simpatizante o tal vez enemigo... No siendo más, me permito decir con desencanto que ha triunfado la maldad sobre la estupidez colectiva.
