He perdido el origen de aquella ilusión infantil, la cual vivía latente en mis entrañas tomando la forma de un sueño, el sueño de ser feliz dentro de un mundo donde me relaciono con "buenas personas", entiéndase las comillas cual carácter expresivo...
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Creo en las mentiras del pasado, en las malas intenciones de los poetas, creo en la fragancia de los domingos por la noche, cuya teatralidad compacta adorna este lugar. Creo en la entropía del vacío en medio de esta ciudad, en las voces que se apagaron para no despertar, creo en la ironía de significar algo dentro de este planeta, así mismo también creo en las moscas, cuya existencia representa el vestigio de mi vida mientras se pudre en medio de la oscuridad.
Despierto en la ambigüedad de este silencio que encrespa mi alma de golpe, sacudido por la calma perturbadora que asfixia cada segundo de mi estancia, dado que, este presente es solamente un espejismo de lo verdaderamente vulgar, los actos se van muriendo y todo aquí se torna cada vez más espectral. Las sábanas olvidaron el orden, los libros se tornan opacos, dispersos por todo el lugar, la casa muere sin causa alguna, muere por dentro al ritmo de esta monocromática conformidad.
La ausente esperanza deforma lentamente las ideas, drenando el recuerdo de mi infancia carente de espontaneidad, suspendiendo así las historias en este vacío sobre el cual durante años los problemas cobraron vida a través de las emociones. Sinceramente no suelo anhelar las vivencias anteriores, ni tiendo a soñar con aquel oasis más allá de la vida y sus intenciones, aún los platos están sucios y la cocina está llena de ratones, no sé exactamente dónde estoy, sólo sé que me ahogo a diario como consecuencia de mis propias elecciones.
