He perdido el origen de aquella ilusión infantil, la cual vivía latente en mis entrañas tomando la forma de un sueño, el sueño de ser feliz dentro de un mundo donde me relaciono con "buenas personas", entiéndase las comillas cual carácter expresivo...
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Juegan las agujas del reloj a hacernos viejos, vuelan las aves de norte a sur en busca de un horizonte, corren los ríos hacia alguna parte, quizás, hacia donde su cauce tenga futuro. Cantan las hojas de un árbol mientras perece el otoño de entre sus ramas, así mismo, suelen crujir los años en un frío baúl de madera, mientras duerme la esperanza de un día futuro donde las cosas sean diferentes, por lo pronto sufro sin razón por las heridas que aún oculto en el presente.
Cuando una lágrima curva el contorno de la cara, suele florecer la esperanza de una hemorragia insensata, causada por un anhelo profundo que busca ser salvado por aquellos a quienes salvamos, aquellos por quienes muchas veces nos fuimos infiel a nosotros mismos, aquel o aquellos por quienes desterramos el amor propio para convertirnos en un utensilio doméstico a su favor. ¿Qué chiste tiene todo esto? si Lo que soy, lo que pienso, lo que me agrada, lo que me desagrada, lo que exalto, lo que sueño, lo que escribo, lo que vivo, lo que siento, es producto de una espera constante en cuestión del accionar de otros. En ese sentido solo queda el eco de una pregunta a ciegas ¿Qué somos realmente?
Somos la espera que nos hicieron creer desde niño con la promesa de que todo cambiaría, somos la cólera incesante que se adormece frente a la culpa de odiar a sus propios padres, somos el carácter ambivalente que se niega a renunciar a sus costumbres para comenzar a ser auténtico consigo mismo, somos el conjunto de pretextos que elaboramos para así evitar alcanzar la independencia existencial, somos el tiempo que se nos desliza entre las manos mientras lloramos en silencio, somos aquel niño indefenso que forzaron a ser adulto para cumplir los propósitos de un tercero.
Aun así, podemos dejar de serlo, pues el propósito de otro en nuestras vidas es el parásito letal de nuestros sueños.
