LO BANAL Y LO INNECESARIO

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Que dicha tienen los cadáveres que se revuelcan en la podredumbre del subsuelo nefasto, sin importar la fecha del calendario o las páginas en blanco del obituario colectivo, tal vez, quizás, profanando con exquisita herejía el valor idealizado que...

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Que dicha tienen los cadáveres que se revuelcan en la podredumbre del subsuelo nefasto, sin importar la fecha del calendario o las páginas en blanco del obituario colectivo, tal vez, quizás, profanando con exquisita herejía el valor idealizado que poseen nuestras insípidas rutinas, tan exaltadas por la banal creencia en lo sobrenatural de nosotros mismos, desafiando con prepotencia a la naturaleza que nos constituye biológicamente. Cuánta insolencia residen en un manojos de vísceras y fluidos, cuán vulnerable es un hombre en su lecho de muerte sin delirios.

El fragor de las excusas retumba en las memorias de un moribundo, partiendo su pecho en dos y multiplicando sus angustias al infinito, en tanto que, la culpa que puede o no arrojar sobre las situaciones carece de validez alguna, incluso, si intentase responsabilizar a otras personas, dicha responsabilidad rebotaría con mayor fuerza hasta aplastarlo de un solo golpe. Así, sin más penumbras que las ocasionadas por nuestros fantasmas ideológicos, tendríamos una galaxia de posibilidades para descifrar el absurdo que nos sustenta como entes existenciales.

Cuan grato sería que las historias y lo relatos mitológicos cobrasen vida, deambular, quizás, por la selva y tropezarse con una comunidad de elfos, escalar los cielos y encontrar una raza de gigantes, descender bajo la tierra y hallar los nueve círculos del infierno como en la divina comedia, que los clamores de dolor fueran escuchados por el dios judeo-cristiano que describe la biblia, que los adagios chinos transformaran la suerte del mundo; y que la muerte fuese un mero somnífero del cual despertamos al cruzar una puerta. Sin embargo, lamento si desilusiono a muchos, es mi labor como escritor taciturno. No existen los cuentos de hadas, no hay dios en ninguna de sus variaciones culturales, no podemos vender nuestra alma al diablo para ser inmortales; y los poetas de hoy en día son un total absurdo.

Por eso replico sobre la malsana costumbre de aferrarnos a lo mismo, el secreto de la vida yace en disfrutarlo todo y padecer de amnesia los domingos.

Crónica de las sombrasWhere stories live. Discover now