AVENTURA EN EL CAFÉ

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El destello de la muerte irradia su calma sobre el frágil marco de un arpa inmortal, mientras su triste melodía envuelve mis monólogos en los sonetos majestuosos del averno

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El destello de la muerte irradia su calma sobre el frágil marco de un arpa inmortal, mientras su triste melodía envuelve mis monólogos en los sonetos majestuosos del averno. ¿Quién lo hubiera pensado?, tan solo bastó un instante para experimentar aquella sensación de absoluto irrumpiendo con sagacidad mis moléculas, al punto de hacerlas colapsar en un aquelarre de angustia, orquestado por lo finito y solemne de su funesta tonada.

Pero no fue el arpa lo que me trajo hasta aquí precisamente, fueron aquellos ojos grises al fondo del café, lo recuerdo perfectamente. Su rostro, su sonrisa; y sin duda, aquella mirada intermitente pero aguda que atravesaba con vileza todo rastro de coherencia en mí, desquiciando mis sentidos como tizones de fuego ardiente, capaces de aventurarse más allá de las defensas mentales, incluso, desnudando cada palabra, cada gesto, cada suspiro en lo fugaz y turbio de una caricia extraña.

La vi a los ojos fijamente mientras se divertía en brazos de otro, con sonrisa pícara y actitud traviesa, incitándome a voltear de tajo las mesas e ir a por ella sin importar el número de acompañantes que la custodiaban. Luego de un rato, no dudé en acercarme y conversar con algunos allí presentes sobre política, claro está, sin quitarle la vista de encima.

Recuerdo su impresión de aparente rareza intentando difuminar sus ganas de conversar abiertamente, a pesar de ello, se contuvo. Más tarde, charlé sobre mi tesis política en los países latinos, le noté tan atenta y receptiva a cada palabra que salía de mi boca, como si hurgara en mi discurso con un submarino militar. De repente, intervino con aquella fina elocuencia que caracteriza a una mujer letrada, era simplemente majestuoso, jugaba con las palabras como si se tratase de un poema recitado al aire libre; y a la vez, era tan lógico todo lo que podía articular en defensa de los derechos humanos, sin embargo, allí no reside lo relevante de este asunto.

En el transcurso de la velada, intercambiamos un par de diálogos reflexivos como si llevásemos tiempo conociéndonos. Luego, al final de la noche, justo cuando las luces del local habían perdido su fuerza, me robó sutilmente un beso con actitud quijotesca, para luego, susurrarme al oído con descaro antes de marcharse:

-Si hacemos esto posible tal vez pierda sentido

Crónica de las sombrasWhere stories live. Discover now