EL JARDÍN DE LOS MUERTOS

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El miedo, al igual que el sedentarismo, no es admisible en ninguno de sus formatos para la condición humana, en tanto que, quienes se exponen al almizcle de lo inerte, claramente se hunden así mismos en un espiral nauseabundo, donde los valores de...

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El miedo, al igual que el sedentarismo, no es admisible en ninguno de sus formatos para la condición humana, en tanto que, quienes se exponen al almizcle de lo inerte, claramente se hunden así mismos en un espiral nauseabundo, donde los valores de la preservación se corrompen de forma absoluta.

Desde luego, es comprensible que los actos humanos, cualesquiera que estos sean, nihilizen la finitud de forma arbitraria, siendo que, incluso se alcanza a ostentar en todo momento la omnipotencia de un ser mitológico, inmune a los afanes inexorables del tiempo. Sin embargo, cuán innecesario son los esfuerzos por negar nuestra condición humana, incluso, podría decirse que, aunque tengamos mucho empeño y vitalidad al disociarnos en el diario vivir, todo intento por rehuir de nosotros mismos resulta completamente inútil, tanto como saltar de un abismo, en tanto que, no importa cuán alto se logre llegar, la realidad nos dejará tendidos en el suelo.

¿Para qué se respira un segundo más?

¿Para qué es necesaria esta vida?

Los latidos del corazón son un ostentoso accidente; y los gusanos que de la carne se desprenden son un fenómeno inherente a la naturaleza misma. ¿Para qué nos esforzamos en flotar? si los colibríes danzan libres entre espinas y rosas. En últimas, el veneno de la soledad nos consume por horas y la finitud de este cuerpo da vida a un jardín de esporas, el cual emerge desde las arterias para darle paso a una infinita cadena de accidentes en el tiempo...

La vida misma surge de entre los muertos.

Crónica de las sombrasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن