7: "El vecino que marchitaba las plantas de Samuel" (Alejandro)

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Para el lunes, de nueva cuenta estaba en la puerta de "El club", el siguiente en la lista era Alejandro, junto a su nombre rezaba la frase: disponible solo los lunes y viernes; no quería retrasar más el asunto y por la misma razón había decidido ir el primer día de la semana, a la misma hora en que había realizado la última entrevista, entré en el lugar, el ambiente estaba más tranquilo, apenas puse un pie frente a la barra fui aprisionado por un par de brazos que me rodeaban por los hombros y se aferraban fuertemente a mí, después de eso, y antes de que pudiese analizar la situación, recibí un par de besos, uno a cada mejilla, y finalmente mi cabello fue revuelto por una mano que no alcance a atinar de donde venía.

-Déjenlo respirar – escuche la voz de Mateo a mi espalda. De inmediato el abrazo se aflojó y pude ver que se trataba de Fernando, quien también me estaba dando un beso en la mejilla derecha, a mi izquierda los labios rojos de Emma seguían pegados a mi piel, y Valente estaba frente a mí con la mano aun sobre mi cabeza; Mateo se acercó un poco más y todos retrocedieron – Hola Guillermo – saludó extendiendo su mano frente a mí, aun un poco aturdido respondí el saludo y sentí como me atraía hasta su cuerpo para estrecharme entre sus brazos, en definitiva esa era la bienvenida más calidad que jamás hubiese experimentado – Bienvenido de nuevo – dijo antes de soltarme.

-G-Gracias – solo pude decir aquello, mi vida se había vuelto más extraña desde que comencé aquel proyecto, pero lejos de molestarme, me agradaba.

-¿Café y pastel de chocolate? – preguntó Valente desde el otro lado de la barra, mientras Emma y Fernando se alejaban para tomar las ordenes de los clientes que comenzaban a llegar y Mateo subía a su oficina.

-Si, por favor – aquella era mi orden favorita de todo el menú, y eso a Valente le había quedado claro casi desde el primer día - ¿Dónde está Alejandro? – pregunté de inmediato.

-Aun no llega, seguramente estará aquí dentro de poco, depende de que tanto trabajo tenga hoy – respondió Valente sin darle mucha importancia.

-¿Él no trabaja aquí? – la experiencia me decía que todos los de la lista eran empleados del café, pero al parecer Alejandro no.

-No, ni él, ni Natalia trabajan aquí, ellos son visitantes frecuentes de este lugar, pero no empleados – me entregó mi orden y apoyo los codos sobre la barra para observarme – Alejandro es fotógrafo de una agencia de modelos, los lunes y viernes realiza fotos para una marca reconocida de ropa y el local queda a unas cuadras de aquí, así que pasa a tomar algo antes del trabajo.

-¿Quieres decir que él estaba aquí el día que te entreviste? – pregunté preocupado, aunque en el fondo mi preocupación no tenía fundamentos ya que era obvio que no solo Alejandro, también Emma, Sebastián y Fernando, habían visto mi primera entrevista en aquel lugar, además de sobra sabía que Ismael había puesto al tanto de mi proyecto y situación laboral a todos los involucrados, ¿para qué me auto engañaba? – olvídalo es obvio que estaba aquí – dije con una media sonrisa dando un bocado al pastel, Valente solo rio y negó divertido.

-Hola – escuche detrás de mí – Valente ¿me sirves un vaso de chocolate por favor? – Pausó aquel hombre mientras dejaba una serie de maletines sobre una silla de la barra – Tu eres Guillermo ¿verdad? – Sonrió ampliamente sentándose frente a mí – Alejandro, es un gusto conocerte al fin – extendió una mano y me miro con expresión expectante. Me apresuré a masticar el pastel en mi boca y correspondí el saludo.

-El gusto es mío Alejandro – dije intentando tragar el postre lo más rápido que podía.

-Supongo que esta será una entrevista muy diferente a las que he tenido anteriormente ¿no? – dijo despreocupado mientras subía las mangas de su saco y apoyaba un codo sobre la barra para otorgarme su completa atención. Alejandro era el tipo de persona que se describiría de belleza peculiar, era un tipo delgado sin llegar al extremo, con sus apenas un metro con sesenta y cinco, según lo que pude calcular, de estatura menor que el resto de las musas; su piel de un blanco casi nuclear, aún más clara que la mía, sin rastro de rubor en su mejillas, labios de un tono cercano al violeta y cejas pobladas enmarcando unos intensos ojos grises y una cabellera castaña muy cercana a pelirroja, en un corte que le hacía parecer un personaje sacado de alguna historia de vampiros.

Las musas de Samuel de Luque (Wigetta) #FL2020Where stories live. Discover now