Capítulo XIV. Castigo

Start bij het begin
                                    

—¿Y crees que un demonio etéreo podría sobrevivir, digamos, diez años, en alguien que ha salido varias veces a la luz del sol?

—Me parece poco probable. ¿Por qué me hace estas preguntas?

—Por nada, ya puedes irte.

—No tengo sueño, señor Bauer, he dormido toda la tarde.

—¿Y a mí qué me importa?

—Anda, deje que me quede un rato.

—No te aproveches de nuestra confianza.

—No me aprovecho... Si lo digo por usted, debe de ser aburrido ir por ahí solo dando vueltas. Si viene alguien me esconderé, se lo prometo.

—No. Ni tengo ganas de aguantarte ni creo que sea una buena idea.

—Solo un rato, venga, que me gusta charlar con usted, siempre tiene algo interesante que decir. Y le prometo que no le molestaré más.

Suspiré. Me daba pereza seguir discutiendo con él. Y mira que se le daba bien hacer la pelota. Mi compañero no tenía por qué enterarse, cada uno tenía su zona y no nos volveríamos a ver hasta las siete de la mañana. Además, era cierto que las guardias se hacían aburridas.

—Un rato. Y cuando me canse de escucharte te irás a dormir sin rechistar, ¿eh?

—Que sí —dijo con tono juguetón y sonrió contento por su pequeña victoria.

Negué con la cabeza. Me arrepentí de habérselo permitido tan pronto. Si al final hacía de mí lo que quería.

Fuimos a mi habitación: era el mejor sitio para charlar a escondidas, y el único donde podía sentarme. Stefan se acomodó en mi cama y yo cerré la puerta y me coloqué en un modesto sillón en una esquina. No dejaba de sentirme observado incluso en mis propias dependencias. Estaba nervioso por si venía alguien y me encontraba con el chico en mitad de la noche. Las guardias eran hasta el extremo tranquilas, los chicos dormían y mi compañero paseaba en otra zona, pero aun así no podía evitar pensar que me estaba metiendo en un problema.

—Señor Bauer, ¿por qué me preguntaba lo de los demonios?

—Eso es asunto mío.

—A lo mejor mi profesor de demonología le puede ayudar.

—Gracias, ya le consultaré.

—Oiga, hace tiempo que quiero decirle que creo que es el mejor profesor que he tenido.

Lo miré con escepticismo.

—No, de verdad, y no soy el único que lo piensa. No solo hace las clases interesantes y prácticas, además es que es como si creyera en nosotros.

—¿Lo dices por los trajes que te hice diseñar?

—Sí, por ejemplo. ¿Sabe? Aunque parezca que no me importara, la verdad es que me animó mucho saber que le gustó. Y verlo hecho fue... uf.

—Me alegra mucho saber lo que fue para ti.

Stefan sonrió.

—En serio. Es que nadie había creído en mí antes. Bueno, sí, mis abuelos me decían que era bueno, pero ellos son mi familia. Los otros profesores tiraban la toalla. No soy bueno en los estudios y digamos que los profesores no me quieren mucho. Y mis padres siempre están machacándome con que estudie, pero en el fondo tengo la sensación de que no les importa. Tengo una hermana pequeña, Nina, tiene ocho años, y ella sí que es hija de los dos.

—¿Cómo? Entonces, ¿sabes que Frank no es tu padre?

—No, ya sé que no lo es, pero ellos no saben que lo sé.

HumoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu