Capítulo 2

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Seguía molesta y aterrada, odiaba el inglés porque en verdad no entendía ni una sola palabra y era frustrante a pesar de mis esfuerzos.

Mi padre había sido mi guía con tal de familiarizarme con el idioma, me ayudaba a corregir las tareas y los dictados de mi profesor de inglés que hasta se mofaba de él, se sentaba conmigo a darme lecciones sobre los temas que vería en mis exámenes. De verdad que mi padre tenía un alto ego, pero no dejaba de ser gracioso y cariñoso como todo padre que busca lo mejor para sus hijos.

Noté que a mi lado un señor se mordía las uñas y rezaba en voz baja, tal vez le temía viajar en avión, ¿y a quién no? Esas películas de ficción en verdad dejan a uno traumado, como aquella de las serpientes entre las maletas y otras sobre ataques terroristas.

El viaje duraría entre nueve y once horas según el piloto.

¡Cuando llegue a Londres ya no tendré trasero!

No es mucho, pero desaparecería lo poco que tenía. La azafata pasaba por los asientos empujando un carrito con bebidas y frituras, solo habían pasado dos horas de vuelo y me entretuve leyendo. Cogí una fritura más un Seven Up, genial, el inglés estaba por todos lados.

Poco después, caí rendida tendiendo mi cabeza hacia atrás, eran las nueve de la noche y según el señor que estaba a mi lado —que se llamaba Ricardo—, estaríamos llegando de tarde por la diferencia de horarios. ¿A quién estúpido se le ocurre cambiar las horas? Y no solo eso, el sentido de las calles.

¿Soy pesimista? Demasiado.

Me mantuve alejada de la sociedad después del accidente de Charlie, no hablaba, ni siquiera quería asistir a la escuela, porque sabía que me harían preguntas y tendrían lástima, no quería escuchar a nadie dándome el pésame, el mundo estaba lleno de hipócritas y cuando se fue, cientos de sus compañeros que hablaban pestes sobre su don e inteligencia fueron de visita a la casa el día de su velorio.

Me dolía el hecho de ya no tenerlo, el dolor era insoportable cada vez que tenía que ir al cementerio a visitarlo. Era mi culpa.

...

Fue un viaje cansado y abrumador, después de salir del avión di con el equipaje, caminé hacia la salida del aeropuerto a pasos de tortuga mientras miraba cada tienda con una pinta de elegancia, entre mi camino se me atravesaron varios asiáticos con una pinta de emoción e impresión en sus rostros.

A lo lejos divisé un gran cartel adornado con banderitas de mi país, por supuesto que el cartel era para mí, ya que mi nombre estaba escrito en mayúsculas acompañado de un texto en inglés que tampoco entendí.

Ahí estaba mi tía Ava, una rubia muy bien conservada, tenía un bonito cuerpo con ese vestido floreado, a su lado estaba mi tío Otto —¡Jesús!— de verdad había cambiado, la última vez que lo vi estaba gordo y barbudo como Santa. Me impresionó lo mucho que bajó de peso, los que sostenían el cartel eran mis primos: Augustus y Theodore.

Oh mi Dios, de verdad que fueron golpeados por la maldita pubertad.

Me calmé por pensar así de mis primos, mi familia.

—¡Violet, Violet! —sonreí y me acerqué arrastrando el equipaje hacia ellos.

Los primeros en abrazarme fueron mis primos sin importar que aplastaban el bonito cartel, me estaban asfixiando y solté las maletas, caracoles tenían músculos en los sagrados músculos.

—Me-están-asfixiando-chicos.

—Lo lamento —dijo Augustus, el único de la familia que en verdad hablaba español.

Glad to see you again, ugly cousin. —Theo revolvió mi cabello.

—¿Qué dijo? —Gus se rio y apretó los labios.

—¿De verdad quieres saber?

Asentí.

—Dijo: Me alegra verte de nuevo, prima fea.

No pude darle un golpe en el hombro a Theo, ya que mis tíos hicieron el mismo gesto de abalanzarse encima para poder abrazarme. Después de la bienvenida y muchos besos y abrazos me indicaron que los siguiera.

Mi tía hablaba mientras que Gus se encargaba de traducir. Me informó que iríamos a su casa para que me instalara y comiera algo, ya que querían mostrarme la ciudad o parte de ella.

Saqué mi celular para llamar a mis padres y enseguida recordé que del otro lado del mundo ya era de noche, rayos.

—Como no sabemos lo que te gusta comer, hemos preparado comida inglesa.

—No te preocupes, de todas maneras, tengo que conocer su cultura, ¿no?

Gus sonrió y abrió la puerta del auto, mi tío se encargó de meter las maletas en la cajuela de su bonito auto, me quedé sentada entre los gemelos, no era difícil reconocer quien era quien, bastaba con el corte de cabello y por supuesto quien hablaba dos idiomas.

Theo era el más inquieto, muy bromista y flojo, según Gus, era el que en más líos se metía en la escuela y hablando de eso... para mí la noticia me cayó como un balde de agua fría.

—Dentro de tres días iniciarás las clases, tío Sebastien nos encargó inscribirte, mi mamá fue a buscar tu uniforme esta mañana.

¡¿Qué, qué?!

En mi otra escuela apenas estábamos saliendo de vacaciones, que suerte la mía. Mientras me martirizaba por la noticia decidí mirar por la ventana, todas las casas eran muy bonitas, demasiado elegante a mi parecer, las avenidas estaban tan transitadas como en mi ciudad, algunas hojas caían de los árboles y el viento provocado por los autos ocasionó que se dispersaran en diferentes direcciones.

Pasamos por un edificio que tenía un reloj en medio, no recordaba su nombre, sé que lo había visto en un libro.

That is the Big Ben, do you like it? —Observé a mi tío que me señalaba la hermosa estructura. Lo único que entendí fue Big Ben.

—Ese edificio es el palacio Westminster y esa torre se encuentra el famoso Big Ben. Una vez que te desocupes de desempacar podemos venir aquí, ¿te parece? —mencionó Augustus con una chispa de alegría en su voz.

—Me encantaría —contesté con cierto entusiasmo embelesada de tan belleza arquitectónica.

Y las sorpresas seguían, su casa era de dos pisos con un hermoso jardín repleto de flores lilas y amarillas. Toda la estructura estaba construida de ladrillos, las tejas eran cafés y tenía demasiadas ventanas y sus bordes estaban pintados de blanco.

Por todas las galaxias era como estar dentro de un sueño y de nuevo aterricé esa nave de felicidad borrando mi sonrisa y formando una línea recta en los labios antes de poder salir del auto.

Recordé por qué estaba aquí. ¿Qué pasaría si este viaje no me servía de nada? Porque nadie me obligaría a olvidar a mi compañero de bromas, ni el dolor que permanecía en mi pecho y en la memoria.

—Bienvenida a tu nuevo hogar —anunció Gus sacándome de mis pensamientos. Me arrojó una mirada de confianza con tal de animarme a salir— vas a divertirte, primita, cuenta con eso, estaremos para ti.

—E-Eso espero, gracias. —Hice un intento por corresponderle la sonrisa. 

El universo en tu miradaWhere stories live. Discover now