Capítulo 1

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En el universo observable hay unos cien mil millones de galaxias. Multiplicando este número por el número promedio de estrellas en la Vía Láctea, (cien mil millones), nos da una estimación de... ¡Infinitas cantidades!, eh, no soy buena con los números, aunque solo es una estimación.

Hay solo un Sistema Solar conformado por ocho planetas, y el único con vida es la Tierra donde destacan seis continentes, ciento noventa y cuatro países con culturas, tradiciones e idiomas diferentes.

Y yo me encontraba dentro del auto con mis padres dirigiéndonos al aeropuerto en donde abordaría la nave nodriza con destino a quien sabe a dónde.

Subía y bajaba la ventanilla con los nervios de punta, mis padres mencionaban que era una excelente idea de que me olvidara de todo un rato y disfrutara de mis vacaciones, lo cual no era para nada sencillo. Medité por un buen rato, mientras veía los autos rebasarnos, dentro, estábamos sumidos en un sepulcral silencio que no me ayudaba en nada y aumentaba mi ansiedad.

Mis padres pensaban que todavía estaba afectada por la pérdida de mi hermano hace ya tres años, en ocasiones no salía de su antigua habitación y me entretenía leyendo sus libros, era lo único que quedaba en la polvorienta estantería junto con sus pósters de música pegados en la pared. Asistía al psicólogo dos veces por semana después de la escuela, era desesperante y no me ayudaba en nada, ya saben, ellos te dicen esas tonterías de superación y bla, bla, bla. Pero ese era mi punto de vista.

Extrañaría demasiado la ciudad, la casa, la familia y un grupito de amigos que eran especiales para mí. Eran los únicos con los que de verdad podía contar, con mis demás compañeros era diferente, pues me veían como una amenaza.

Era a mí a la que discriminaban por su color de cabello o el tono de ojos. Que ridículo. Yo no tenía la culpa de que haya heredado más genes de mi padre: Piel blanca como la leche, cabello castaño y ojos marrones claros. Para ellos no era la latina de piel canela, ¿y qué les importaba? En pocas palabras, también era invisible para unos cuantos.

—¿Me dirán qué ciudad es mi destino? —Aparté la vista del exterior cerrando la ventanilla. Solté aire de mis pulmones abrumada y curiosa, también estaba algo molesta por esta decisión tan repentina. Pasaba por mi cabeza la idea de abrir la puerta y huir, pero no me arriesgaría a que mis padres sufrieran otra pérdida en medio de la autopista, dentro de mi cabeza estaba hecha un lío.

Entre mi equipaje cargué con un par de libros: El Juego Infinito y el favorito de Charlie: La clave secreta del Universo por Stephen Hawking.
También fui envuelta dentro del agujero negro y la fascinación de los astros.

A pocos metros tenía a la vista el enorme edificio del aeropuerto internacional, mi padre entró al estacionamiento sin dudarlo. Los autos rebosaban en aquel lugar, algunos llegaban en taxi y hasta en autos demasiados lujosos.

—Hay demasiada gente, parece que va a llover, ¿y si el avión se cae? ¿Y si atravesamos un vórtice y no nos volvemos a ver? Mamá, de verdad no quiero irme lejos de ustedes —realicé un puchero y batí mis pestañas con tal de que cambiaran de decisión.

—Violet, esa táctica no es inmune a mí, pero tu padre... —lanzó una risotada, mientras que mi padre me miró por el retrovisor fugazmente.

—Esta vez tampoco caeré en la trampa, de verdad es necesario, hija por...

—Mi salud, ya sé, ya sé —cerré los ojos y negué con la cabeza al saber a qué se refería, me crucé de brazos evitando enfadarme.

Mi equipaje fue llevado a una sección en donde transportarían al avión, se realizó el chequeo de boletos, faltaba una hora para que el vuelo saliera y todavía no sabía cuál era mi destino. Me entretuve observando a mí alrededor, las personas corrían como flash arrastrando sus maletas, otros se encontraban dormidos entre las butacas de espera, uno que otro niño jugando a las escondidas o lloriqueando por un dulce. En verdad quería que un ovni destruyera el lugar para no viajar.

Mi padre se removió del asiento y me sonrió, era un gesto de nostalgia.

—No llores papá, por favor.

—Te quiero pequeña.

—Papá... —alcé las cejas, mis ojos me picaban cuando él fue el primero en dejar escapar un par de lágrimas.

—Es lo mejor para ti, no queremos que te sigas lastimando —enseguida mi madre apareció en mi campo de visión también con una media sonrisa en el rostro.

—¿Me podrían decir a dónde voy? Llevo toda la mañana tratando de adivinar. ¿Es Río de Janeiro? ¿Tijuana? ¿Bogotá? —Ambos negaron—. Entonces, ¿a dónde?

Ambos intercambiaron miradas y dijeron a coro:

—Londres, Inglaterra.

Mi corazón se detuvo por un segundo, tragué saliva de la impresión y creí que mis ojos iban a salirse de órbita. No podría ser cierto, era una malísima jugarreta de su parte.

Houston tenemos un problema, no hablo inglés.

Parpadeé, los miré, ¡¿qué!?, no había ningún gesto en sus rostros donde indicara que era una broma, una muy mala, por cierto.
¿Inglaterra?, esto no podía ser real, salir del país... no, todos menos eso, por favor.

—Cuando llegues a Londres... —¡Por las barbas de Merlín!—. Tus tíos irán por ti, ve el lado positivo, de nuevo te reencontrarás con Augustus y Theodore.

—P-Pero, ¡No! Papá... —quise insistir.

—Bueno... —la voz de mi padre era rara, aún conservaba ese acento británico que un día sedujo a mi progenitora.

—Es lo mejor para ti, aprovecha esta oportunidad de conocer una nueva cultura, querida Violet —reiteró mi madre con cariño.

Les di un fuerte abrazo y un beso. Me estaba conteniendo de nuevo las lágrimas.

La fila comenzaba a formarse para subir al avión.

—¿Cuánto tiempo estaré en ese lugar?

—El tiempo que sea necesario —sonrió mi padre.

Qué bien, tos, sarcasmo, tos.

—Saluda a la familia de nuestra parte.

—No olvides divertirte Violet vive tu adolescencia sanamente —asentí avergonzada y le entregué mi boleto al señor que se encargaba de revisar.

—¡Tampoco olvides conquistar a un británico! —Mi madre tan emotiva ocasionó que varios pasajeros se rieran y muera de la vergüenza como un tomate.

—Rayos en eso no había pensado —dijo mi padre a mis espaldas y reí al seguir mi camino.

Con la frente en alto, di el paso con tal de seguir el pasillo al avión, mis manos me estaban temblando, me sentía diminuta entre el mar de pasajeros demasiado intimidantes, por cierto. Me detuve entre la puerta del avión obstruyendo el paso, en serio estuve a punto de echarme a correr hacia atrás, pero no tuve otra opción que respirar y dar el paso hacia la nueva aventura. ¿Qué podía salir mal? 

🌟🌟🌟

   

El universo en tu miradaWhere stories live. Discover now