40-Dolorosa verdad

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Bruno me miraba fijamente, logrando que un segundo me pierda en el mar profundo de sus ojos, pero entonces pestañeó y yo regresé a la realidad. Cuando separó los labios para decir algo, el guardia caminó hasta él y lo tironeó de un brazo para sacarlo a rastras de la habitación.

-¡Brenda!- su llamado me hizo levantar la mirada que inconscientemente había bajado para que la despedida no resultara tan devastadora y pueda ver en dolor en mi rostro.

Mis ojos marrones chocaron con sus azules y fue inevitable que una lágrima rodara por mis mejillas. El guardia lo sostenía con fuerza, mientras que el rostro de Bruno se tornaba rojo debido a la resistencia que estaba oponiendo.

-¡No lo haré! ¡No te olvidaré!- grito y yo negué con la cabeza mientras más lagrimas corrían por mis mejillas ¡TE AMO, BRENDA, TE AMO COMO NUNCA AMÉ A NADIE!- al escuchar esas palabras, todo se detuvo. Bruno dejo de forcejear, yo me quede tan estática que incluso dudaba de seguir respirando, incluso en guardia dejo de arrastrarlo para mirarme a mí y a Bruno de forma alternada y con una sombra de dolor en su rostro.

"Te amo, ¡Te amo! ¡TE AMO!"

Esas dos palabras hacían eco en mi cabeza. Se repetían como si las hubiese gritado en una caverna, una y otra vez. Él había dicho que me amaba y como si la vida le dependiera de eso. Pero yo no podía responderle, mi mente se había puesto en blanco.

Él se iría, seria libre, mientras que yo seguiría atascada, sin poder cambiar nada. No podía permitir que Bruno no disfrutara de su libertad por esperarme a mí, por esperar un peso muerto, por alguien que no lo merecía.

Ya le había hecho daño, él había sufrido por mi culpa. Además, por más que me odiara por eso, sabía que Bruno me atraía al igual que Gonzalo, el mismo que hasta hace unos minutos me había rechazado, incluso me atrevía a decir que el rubio iba en desventaja. Me sentía tonta por eso. Estaba rechazando a un chico que me prometía todo por otro que me rechazaba. Pero no podía prometerle a Bruno ningún amor porque sería algo enfermizo y a medias, algo que nos haría mal a los dos. Más a él que a mí.

-No- mi voz pareció activar el movimiento de todo, porque Bruno volvió a forcejear y los guardias a arrastrarlo -Tu no me amas- Bruno negó con la cabeza de forma desesperada mientras me empezaba a ahogar en un sollozo -No me amas, solo sientes la necesidad de protegerme, sientes que soy tu responsabilidad, pero te confundes, eso no es amor, es cariño, sí, pero no amor-

-No es cierto, yo te amo, Brenda- cada una de sus palabras desesperadas se iban clavando en lo más profundo de mí ser, pero me obligue a no derrumbarme. No frente a él.

-Si lo es- dije en el tono más frio que pude.

-No lo es- sabía que estaba conteniendo un sollozo, sus gritos ahogados me lo confirmaban.

-Sí, Bruno ¿Es que acaso no lo vez? Mira donde estamos, mira a nuestro alrededor, nada bello puede nacer en este lugar, tu no me amas, yo no te amo, fin de la historia, ahora vete, sigue tu vida, sueña y cumple tus metas pero no me incluyas en ninguna, lo nuestro nunca podrá ser- sabía que había sido la peor elección de palabras, pero eran correctas, si él no me odiaba, lo obligaría a hacerlo. No iba a dejar que cometa una locura por mi culpa.

Al escucharme decir esa palabras, Bruno se quedó en silencio, solo se dedico a mirarme fijamente, como si intentara memorizar cada centímetro de mi rostro. Él había decidido hacerme caso. Dejo que el guardia lo arrastrara sin ninguna dificultad, no opuso ninguna resistencia, dejo que lo arrastrara fuera de la habitación, lejos de mi. Cuando la puerta se cerró, sentí frío. Me sentí vacía. Bruno se había ido y se había quedado con lo peor de mí. Se había quedado con la imagen de una Brenda fría y distante, una diferente a la real.

Nunca fui alguien de demostrar mucho mis sentimientos, pero tampoco había sido tan dura con una persona, en la vida se me hubiese ocurrido rechazar a alguien de la forma que lo hice con Bruno, sin embargo era necesario. Por mucho que me doliera, él realmente parecía amarme y si no quería que cometiera ninguna locura, tenía que odiarme, necesitaba que me odiara. Estaba segura que para esas alturas él debería estar tan dolido, que apenas regresara a su antigua vida, haría todo lo posible para aborrecerme, para olvidarme, eso lo mantendría a salvo de hacer alguna locura para ayudarme. Así lograría que ya no quisiera volver a involucrarse con nada referido a mí y por ende, nada peligroso

Suspire con frustración mientras secaba las últimas lágrimas rebeldes que bajaban por mis mejillas y sin mirar a nada -ni a nadie- me acosté en el colchón que en un momento había pertenecido a Bruno, el mismo que aun guardaba algo de su esencia.

Era increíble cómo me había afectado decir esas palabras, en ese momento ya no me parecían tan reales. Por un momento me surgieron las ganas de volver el tiempo, volver al momento en el que él entro a la habitación y despedirnos de la forma correcta, con un abrazo y un adiós, me sentí tonta por montar semejante escena, cuando era obvio que él no podría meterse en problemas aunque quisiera. Un custodio controlaría hasta el aire que respiraba. De repente me encontré agradecida con la persona que hubiese tenido esa idea, de verdad el guardia no solo era para controlar a Bruno, sino que también servía para ayudarme, lograría que Bruno no lograra meterse en problemas. Lo mantendría a salvo de todo. Lo mantendría alejado del peligro en el que yo lo había hundido. Así, algo más calmada, me perdí en lo más profundo de mis pensamientos hasta que el sueño me ganó.

Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora