5-Rominet, allá voy...

273 27 5
                                    

Estaba tan metida en mis pensamientos, que no había visto que el balón, con el que jugaban los niños, había caído a mis pies.

Al notarlo, levante la vista y me encontré con un chiquillo rubio, de ojos café y que no tendría más de seis o siete años de edad.

-¿Por qué lloras?- pregunto de repente, con su tono tierno.

Lo mire confundida.

El niño se acerco hasta mi y, ante mi sorpresa, con la manga de su abrigo me seco una lágrima, que no había notado que resbalaba por mi mejilla.

-Gracias- le dije con una sonrisa ante su gesto y él levanto los hombros, como restándole importancia.

-Ya estoy acostumbrado al llanto- lo mire curiosa ante sus palabras- Mamá lo hace muy a menudo en su habitación, donde piensa que yo no la escucho- su mirada se volvió triste y la clavo en sus pequeñas manitos -No sé porque lo hace, si yo me porto muy bien, hago mi tarea solito, y ensucio poquito la ropa-

Me iba a derretir ahí mismo, su tono de voz hacia la situación demasiado tierna, aunque no dejaba de prestarle atención a cada una de sus palabras.

-Papá dice que llora porque es mujer y es una debilucha, pero yo creo que mamá es muy fuerte, porque papá le pega y ella no grita ni nada, ni siquiera llora enfrente de él- lo mire con horror al escucharlo, pero como mantenía su vista abajo, no me veía.

¿Cómo era posible que un alma tan inocente, tuviese que vivir ese tipo de situaciones?

-¿Ya te dije que mi mami es muy fuerte?- me pregunto con duda y yo asentí con una sonrisa.

En sus ojos estaba la inocencia más pura que puede existir, en ellos no existía la maldad ni la envidia, sino que abundaba la dulzura e ingenuidad. Su espíritu aun no había sido corrompido por la realidad y eso lo mantenía a salvo.

Sin embargo en su inocencia, había dejado ver que su vida cotidiana, lo haría madurar más rápido de lo debido y decidí ayudarlo, a él y a su madre.

Busque en mi bolso, la libreta que siempre llevaba conmigo y mientras escribía en una hoja de modo rápido, él me miraba con curiosidad.

-¿Cómo te llamas?- le pregunte, mientras arrancaba la hoja y la doblaba.

-Iván ¿y tú?-

-Brenda- respondí

Volví a revisar mi bolso, hasta sacar un chocolate que siempre tenía guardado, para la media tarde.

-Bien Iván- dije mientras le entregaba el chocolate -Esto es por ser un niño muy fuerte-

Él esbozó una gran sonrisa y, con cierta timidez, lo tomo.

Luego le di la hoja

-Y esto es para que se lo des a tu mami, pero sin que te vea tu papá, tiene que ser nuestro secreto ¿Lo prometes?- le pregunte con una sonrisa

-Lo prometo- dijo, mientras guardaba ambas cosas en sus bolsillos y luego sellaba su boca con un cierre invisible.

Le volví a sonreír mientras le entregaba la pelota, que aun estaba en mis pies. Él lo tomo sin dudarlo

-Adiós y gracias Brendi- se despidió besando mi mejilla y luego se fue corriendo.

El apodo me había dejado en shock. La única otra persona que lo había usado, había sido Thomas.

Lo mire correr hasta que se perdió de vista, entre las calles del pueblo.

-Chau Iván- dije en un susurro y luego volví mi vista al cielo gris.

Esperaba que esa mujer hiciera caso a mis palabras.

-Hola señora, su hijo me conto lo que le ocurre, pero no le haga nada, el lo conto en su inocencia, y yo quiero ayudarla. No tiene porque seguí soportando eso, tiene a un niño que la ama y que sufre por ello, así que le pido por favor que llame a este número. La ayudaran.

Denuncias contra la violencia de género: 12345678

Espero algún día encontrarla y que todo haya resultado bien.-

Había escrito esas torpes palabras en la nota, y deseaba que al menos lo intentar; que no se dejara dominar por el miedo a ese cobarde, que golpeaba a una mujer.

Era consciente que miles de mujeres no podían hacerlo, pero tenía fe en esa madre aunque no la conociera, tenía la esperanza de que lo haría, no solo por ella, sino que también por Iván, su hijo.

Sentía la satisfacción, de al menos haberlo intentado, en vez de haber mirado para otro lado.

Una gota mojo mi mejilla, en el punto exacto, que podría ser confundida fácilmente con una lagrima, y luego de esa, el cielo lloro muchas más, tantas que terminaron por empaparme completa.

No me importo.

Un escalofrió me recorrió y la llamada volvió a mi mente.

Ya tenía el dato más importante: sabía de dónde venía.

Era cierto que había sido desde la parte más peligrosa de la ciudad vecina, y que además ningún policía me quería acompañar pero... ¿Y qué?

Yo sola podía tomar el autobús hasta ese lugar, y eso era lo pensaba hacer en ese preciso instante.

Así fue, que sin darle más vueltas al asunto, fui hasta mi departamento y empecé a guardar en mi bolso lo esencial, como las llaves, los documentos, algo de dinero y...el móvil.

A este último, lo mire por un momento, fijamente, como tratando de preguntarle porque me había metido en esto, pero luego me di cuenta que lo que estaba haciendo era algo tonto, y lo guarde junto a lo demás.

Tome un manzana de la fuente del mueble de la cocina, una botella de agua y ya estaba lista.

Al salir de la casa, la cerré bien y la contemple por unos segundos ¿Qué estás por hacer, Brenda? me pregunto esa voz en mi cabeza, al sentir que mis manos templaban en la cerradura.

Guarde rápidamente la llave en mi bolsillo, para después empezar a caminar, con pasos rápidos hasta la parada de ómnibus; sabía que si lo pensaba un poco más, me terminaría quedando en el sofá de casa, viendo alguna película y adiós a la búsqueda.

Al encontrarme enfrente a la terminal, mire el horario y confirme que mi autobús ya estaba por partir y empecé a formar la fila.

Al llegar mi turno, sentí que el temblor volvía, pero no iba a dejar que me dominara.

Le pague al chofer y luego me ubique en uno de los asientos traseros, con la vista clavada en el cristal.

Segundos después sentí que empezábamos a avanzar y supe que la decisión ya era definitiva: Rominet, allá voy...


Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora