18-Ataque

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Me senté en el banco de la plaza, y tome pacientemente mi café, mientras pensaba.

Hacía ya una semana. Una condenada semana en la que no había hallado ni una sola pista.

Lo único que sabía sobre el secuestrador era su apodo, porque ni siquiera tenía el nombre verdadero, y que se encontraba en alguna parte de Rominet, después nada más.

Averiguar por medio de los vecino, estaba completamente descartado y la policía ni existía, aun con todo en contra, estaba decidida a continuar.

Ya había visto morir a una persona frente a mí; había recibido el golpe de mi vida, que me había dejado inconsciente por un día y logre salir libre de un secuestro.

No iba a dejar que todo ese dolor haya sido en vano, lo tenía, e iba, a encontrar.

Le di el último sorbo al café y luego me levante para desecharlo en el bote de basura.

De regreso al local, trate de pensar opciones de investigación, pero todas eran inútiles.

Sin los vecinos ni la policía ¿Adonde podía acudir?

Un ruido a mis espaldas, me corto los pensamientos. Inmediatamente me di vuelta, pero solo me encontré con los locales de vidrieras rotas y un auto estacionado con el cristal destruido. Nada fuera de lo común.

Trate de restarle importancia, pero ya la adrenalina recorría mi cuerpo. Volvía mirar al frente para seguir caminando, pero la sensación de que alguien me observaba estaba presente, por lo que me obligué a apretar mi ritmo.

Volteo varias veces a ver y siempre me encontré con el mismo panorama: el lugar completamente desolado. Al final me termine dando por vencida. La zona me estaba transformando en una loca paranoica, aunque tenía mis excusas.

Cuando llegue al local, mi respiración y mi ritmo cardiaco, estaban más que acelerados y apoye las manos en mis rodillas para recuperar el aliento faltante. Mi estado físico era bastante penoso y esas tres cuadras no se me habían hecho nada fáciles.

Estuve así por unos minutos, hasta que sentí el alivio.

Me pare recta y lleve las manos mi rostro para cubrirlo. Estuve unos minutos así, sin pensar ni hacer nada. Era como un momento de relajación, que venía necesitando hacia tiempo.

Luego suspire con frustración y fregué mi rostro varias veces, para después recorrer el lugar con la mirada.

Mis pertenencias estaban todas desparramadas en un rincón, junto al amontonamiento de ropa que hacían de cama. De pronto mi vista se clavo en la carpeta negra ¿Cómo haría para encontrar su ubicación? ¿Cómo lo lograría?

El resto del día transcurrió de manera lenta y aburrida. Había andado un rato por la plaza, pero la sensación de ser observada persistía y me volví a los pocos minutos.

Para cuando llego la noche, no me cabía un minuto más de aburrimiento, y me acosté para intentar dormir.

Los sonidos del exterior eran los mismos que las noches anteriores. Las corridas, las frenadas y aceleradas de los motores y por ahí uno que otro disparo. Nada fuera de lo habitual para un lugar como Rominet.

Sin embargo esa noche la sentía diferente, había algo que me hacía sentir insegura.

Tal vez solo se tratara de una paranoia, pero sentía esa necesidad de registrar el lugar antes de dormirme.

Me levante y con el trozo de madera que siempre yacía a mano por si surgía una emergencia, empecé a caminar hacia la puerta con paso vacilantes. Por primera vez a lo largo de las siete noches que había permanecido allí, sentí miedo.

El local que había elegido, era el único que se encontraba en condiciones bastante presentables. La puerta de vidrio tenía un gran hoyo, pero el resto de la cristalería estaba intacto, incluso aun conservaba los típicos diarios pegados en ellos, que impedían la visión del exterior hacia adentro y viceversa. Esas características habían logrado que el lugar me pareciera el indicado para mi estadía temporal.

Seguí avanzando en busca de revelar alguna amenaza, pero al llegar al agujero de la puerta y mirar a través de él, solo me encontré con el viento helado que surcaba la oscuridad.

La situación parecía sacada de una película de terror. Era una noche sin luna, lo que dejaba todo sumergido en la oscuridad y los ruidos parecían haber cesado en ese instante, lo único que se oía era el leve rugir del viento que parecía susurrar palabras tan indescifrables como escalofriantes. Era como si de pronto todo se detenido y se esperara el menor movimiento para desatar el desastre.

Y así fue.

En el preciso instante que asome el resto del cuerpo por la rajadura, alguien emergió de las sombras y me atrapo sin dejarme tiempo a reaccionar.

Cruzo uno de sus brazos por mi cuello, y así me sostuvo firmemente. El olor a transpiración, mesclado con tabaco, se filtro por mi nariz, provocando una picazón en la zona, mientras que yo no podía hacer mas nada que gritar y rasguñarlo, de hecho intente pisarlo, pero él, que parecía conocer el truco, me lo impidió, a la vez que una risa sínica escapaba de sus labios. Era un hombre.

Estuve unos minutos forcejeando, mientras que él no paraba de soltar risas por la gracia que le causaba mi debilidad y eso me causaba más rabia, sin embargo, ya no se me ocurría ninguna otra fuerza de defensa. Ya no tenía sentido seguir luchado contra algo imposible. Y entonces, en el preciso instante que pensaba dejar de poner resistencia, sucedió.

Un disparo, corto mis suplicas y las risas del hombre.

Me quede estática, como esperando sentir el impacto, pero nada ocurrió. Mire mi cuerpo y con la luz de la farola de la esquina próxima, pude comprobar que no había sangre fluyendo de ninguna parte. No tenía ninguna herida

De repente el agarre del sujeto se aflojo y sentí como un peso muerto caía sobre mi espalda, logrando derribarme. Ni siquiera me dio tiempo a sacar las manos, cuando ya me encontraba con la mejilla contra la vereda. Solté un quejido de dolor, mientras pretendía levantarme, pero al intentarlo note que el sujeto que segundos antes me sostenía firmemente, ahora se encontraba inmóvil sobre mi espalda.

-¡Corre!- el grito masculino de alguien a lo lejos, me puso alerta -¡Corre y no mires atrás!- la voz se sentía entrecortada, como si algo no quisiese dejarlo hablar.

Intente hacerle caso, pero el sujeto seguía sobre mí, aplastándome contra la acera, además de que mi espalda alta empezaba a sentirse húmeda.

-¡Brenda! ¡No te entretengas y empieza a correr!- al escuchar decir mi nombre, sentí que la adrenalina saturaba mi sistema, sin duda que estaba en peligro.

Analice mi situación: estaba aplastada contra la vereda, con un sujeto sobre mí y alguien en la oscuridad gritaba desesperadamente que corriera

¿Es que todo me tenía que pasar a mí?

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Mi locura, tu salvación|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora